I Las
objeciones a la oración
2726 En el
combate de la oración, tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en torno a
nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven en ella una
simple operación psicológica, otros un esfuerzo de concentración para llegar a
un vacío mental. Otros la reducen a
actitudes y palabras rituales. En el inconsciente de muchos cristianos, orar es
una ocupación incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hay
quienes buscan a Dios por medio de la oración, pero se desalientan pronto
porque ignoran que la oración viene también del Espíritu Santo y no solamente
de ellos.
2727
También tenemos que hacer frente a mentalidades de "este
mundo" que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero
sería sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora
bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro
inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la
oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados
como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquí que la oración es
"amor de la Belleza absoluta" (philocalia), y sólo se deja cautivar
por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por reacción contra el activismo,
se da otra mentalidad según la cual la oración es vista como posibilidad de
huir de este mundo (pero la oración cristiana no puede escaparse de la historia
ni divorciarse de la vida).
2728 Por
último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como fracasos
en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos
totalmente al Señor, porque tenemos "muchos bienes" (cf Mc 10, 22),
decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad, herida de
nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, alergia a
la gratuidad de la oración... La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué
orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se
quieren vencer estos obstáculos.
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