II Necesidad de la humilde vigilancia
Frente a las dificultades de
la oración
2729 La dificultad habitual de la oración es
la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a
las palabras y al sentido de éstas. La distracción, de un modo más
profundo, puede referirse a Aquel al que oramos, tanto en la oración vocal
(litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa.
Salir a la caza de la distracción es caer en sus redes; basta volver a
concentrarse en la oración: la distracción descubre al que ora aquello a lo que
su corazón está apegado. Esta toma de conciencia debe empujar al orante a
ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a
quién se desea servir (cf Mt 6,21.24).
2730 Mirado
positivamente, el combate contra el yo posesivo y dominador consiste en la vigilancia.
Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a El, a su
Venida, al último día y al "hoy". El esposo viene en mitad de la
noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: "Dice de ti mi corazón:
busca su rostro" (Sal 27, 8).
2731 Otra
dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad.
Forma parte de la contemplación en la que el corazón está seco, sin gusto por
los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la
fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. "El
grano de trigo, si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Si la sequedad se
debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el
combate sin una mayor conversión (cf Lc 8, 6. 13).
Frente a las tentaciones en la oración
2732 La
tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad
declarada que en unas preferencias de hecho. Se empieza a orar y se presentan
como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes.
2733 Otra
tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedia. Los Padres
espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos
al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia
del corazón. "El espíritu está pronto pero la carne es débil" (Mt 26,
41). El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde
no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse
firme en la constancia.
|