IV Perseverar en el amor
2742
"Orad constantemente" (1 Ts 5, 17), "dando gracias continuamente
y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5,
20), "siempre en oración y suplica, orando en toda ocasión en el Espíritu,
velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos" (Ef
6, 18)."No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar
constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar"
(Evagrio, cap. pract. 49). Este ardor incansable no puede venir más que del amor.
Contra nuestra inercia y nuestra pereza, el combate de la oración es el del
amor humilde, confiado y perseverante. Este amor abre nuestros corazones a tres evidencias de fe, luminosas y
vivificantes:
2743 Orar es siempre posible: El tiempo
del cristiano es el de Cristo resucitado que está "con nosotros, todos los
días" (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24).
Nuestro tiempo está en las manos de Dios:
Es posible, incluso en el mercado o en un paseo solitario, hacer una
frecuente y fervorosa oración. Sentados en vuestra tienda, comprando o
vendiendo, o incluso haciendo la cocina (San Juan Crisóstomo, ecl.2).
2744 Orar
es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el Espíritu caemos
en la esclavitud del pecado (cf Ga 5, 16-25). ¿Cómo puede el Espíritu Santo ser
"vida nuestra", si nuestro corazón está lejos de él?
Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible, fácil lo que es
difícil. Es imposible que el hombre que ora pueda pecar (San Juan Crisóstomo,
Anna 4, 5).
Quien ora se salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente (San
Alfonso María de Ligorio, mez.).
2745
Oración y vida cristiana son inseparables porque se trata del
mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor. La misma conformidad
filial y amorosa al designio de amor del Padre. La misma unión transformante en el Espíritu Santo que nos conforma cada vez
más con Cristo Jesús. El mismo amor a todos los hombres, ese amor con el
cual Jesús nos ha amado. "Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo
concederá. Lo que os mando es que os
améis los unos a los otros" (Jn 15, 16-17).
Ora continuamente el que une la
oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos encontrar realizable
el principio de la oración continua (Orígenes, or. 12).
|