III Oración
de la Iglesia
2767 Este
don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da vida
en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde
los comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor "tres
veces al día" (Didaché 8, 3), en lugar de las "Dieciocho
bendiciones" de la piedad judía.
2768 Según
la Tradición apostólica, la Oración del Señor está arraigada esencialmente en
la oración litúrgica.
El Señor nos enseña a orar en
común por todos nuestros hermanos. Porque él no dice "Padre
mío" que estás en el cielo, sino "Padre nuestro", a fin de que
nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia (San
Juan Crisóstomo, hom. in Mt. 19, 4).
En todas las tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte
integrante de las principales Horas del Oficio divino. Este carácter eclesial
aparece con evidencia sobre todo en los tres sacramentos de la iniciación
cristiana:
2769 En el Bautismo
y la Confirmación, la entrega ["traditio"] de la Oración del
Señor significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana
es hablar con Dios con la misma Palabra de Dios, "los que son engendrados
de nuevo por la Palabra del Dios vivo" (1 P 1, 23) aprenden a invocar a su
Padre con la única Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora en
adelante porque el Sello de la Unción del Espíritu Santo ha sido grabado
indeleble en sus corazones, sus oídos, sus labios, en todo su ser filial. Por
eso, la mayor parte de los comentarios patrísticos del Padre Nuestro están
dirigidos a los catecúmenos y a los neófitos. Cuando la Iglesia reza la Oración
del Señor, es siempre el Pueblo de los "neófitos" el que ora y
obtiene misericordia (cf 1 P 2, 1-10).
2770 En la Liturgia
eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda la
Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la
Anáfora (Oración eucarística) y la liturgia de la Comunión, recapitula por una
parte todas las peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la
epíclesis, y, por otra parte, llama a la puerta del Festín del Reino que la
comunión sacramental va a anticipar.
2771 En la
Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el carácter escatológico
de sus peticiones. Es la oración propia de los "últimos tiempos",
tiempos de salvaci ón que han comenzado con la efusión del Espíritu Santo y que
terminarán con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de
las oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya
realizado, de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado.
2772 De
esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete
peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de
paciencia y de espera durante el cual "aún no se ha manifestado lo que
seremos" (1 Jn 3, 2; cf Col. 3, 4). La Eucaristía y el Padrenuestro están
orientados hacia la venida del Señor, "¡hasta que venga!" (1 Co. 11,
26).
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