IV Danos hoy nuestro pan de cada día
2828 "Danos":
es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. "Hace
salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt
5, 45) y da a todos los vivientes "a su tiempo su alimento" (Sal 104,
27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a
nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.
2829 Además, "danos" es la expresión
de la Alianza: nosotros somos de El y él de nosotros, para nosotros. Pero este "nosotros"
lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y nosotros le pedimos por
todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.
2830
"Nuestro pan". El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos
el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y
espirituales. En el Sermón de la montaña, Jesús insiste en esta confianza
filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre (cf Mt 6, 25-34). No nos
impone ninguna pasividad (cf 2 Ts 3, 6-13) sino que quiere librarnos de toda
inquietud agobiante y de toda preocupación. Así es el abandono filial de los
hijos de Dios:
A los que buscan el Reino y la
justicia de Dios, él les promete darles todo por añadidura. Todo en
efecto pertenece a Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no
falta a Dios. (S. Cipriano, Dom. orat. 21).
2831 Pero
la existencia de hombres que padecen hambre por falta de pan revela otra
hondura de esta petición. El drama del hambre en el mundo, llama a los
cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus
hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la
familia humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de
las parábolas del pobre Lázaro (cf Lc 16, 19-31) y del juicio final (cf Mt 25,
31-46).
2832 Como
la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el
Espíritu de Cristo (cf AA 5). Debe
manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y
sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura
justa sin seres humanos que quieran ser justos.
2833 Se trata de "nuestro" pan,
"uno" para "muchos": La pobreza de las Bienaventuranzas
entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales
y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos
remedie las necesidades de otros (cf 2 Co 8, 1-15).
2834 "Ora
et labora" (cf. San Benito, reg. 20; 48). "Orad como si todo
dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros".
Después de realizado nuestro trabajo, el alimento continúa siendo don de
nuestro Padre; es bueno pedírselo, dándole gracias por él. Este es el sentido
de la bendición de la mesa en una familia cristiana.
2835 Esta
petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de
hambre de la que desfallecen los hombres: "No sólo de pan vive el hombre,
sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios" (Dt 8, 3;
Mt 4, 4), es decir, de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben
movilizar todos sus esfuerzos para "anunciar el Evangelio a los pobres".
Hay hambre sobre la tierra, "mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de
oír la Palabra de Dios" (Am 8, 11). Por eso, el sentido específicamente
cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios
que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía
(cf Jn 6, 26-58).
2836 "Hoy"
es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña (cf Mt 6, 34; Ex
16, 19); no hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su
Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este "hoy" no es solamente el de
nuestro tiempo mortal: es el Hoy de Dios:
Si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy. Si Jesucristo es para
ti hoy, todos los días resucita para ti. ¿Cómo es eso? 'Tú
eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy' (Sal 2, 7). Hoy, es decir, cuando
Cristo resucita (San Ambrosio, sacr. 5, 26).
2837 "De
cada día". La palabra griega, "epiousios", no tiene otro
sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición
pedagógica de "hoy" (cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una
confianza "sin reserva". Tomada en un sentido cualitativo, significa
lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la
subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra [epiousios: "lo más
esencial"], designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo,
"remedio de inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía) sin el cual no
tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que
precede, el sentido celestial es claro: este "día" es el del Señor,
el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el
Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre
"cada día".
La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino
alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de
nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos... Este pan cotidiano se encuentra, además,
en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y
que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación
(San Agustín, serm. 57, 7, 7).
El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo
(cf Jn 6, 51). Cristo "mismo es el pan que, sembrado en la Virgen,
florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro,
reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los
fieles un alimento celestial" (San Pedro Crisólogo, serm. 71)
|