III El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura
109 En la
Sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Por tanto,
para interpretar bien la Escritura, es preciso estar atento a lo que los
autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso
manifestarnos mediante sus palabras (cf. DV 12,1).
110 Para descubrir la intención de los
autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y
de su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella época, las
maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. "Pues la verdad
se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica,
en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios" (DV 12,2).
111 Pero,
dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta
interpretación , no menos importante que el precedente, y sin el cual la
Escritura sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e interpretar
con el mismo Espíritu con que fue escrita" (DV 12,3).
El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación
de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró (cf. DV 12,3):
112 1. Prestar
una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura".
En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura
es una en razón de la unidad del designio de Dios , del que Cristo Jesús es el
centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46).
El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la sagrada Escritura que hace
conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión
porque la Escritura era oscura. Pero
la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante
tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser
interpretadas las profecías (S. Tomás de A. Expos. in Ps 21,11).
113 2. Leer
la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia". Según un
adagio de los Padres, "sacra Scriptura pincipalius est in corde Ecclesiae
quam in materialibus instrumentis scripta" ("La Sagrada Escritura
está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros
escritos"). En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva
de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual
de la Escritura ("...secundum spiritualem sensum quem Spiritus donat
Ecclesiae": Orígenes, hom. in Lev. 5,5).
114 3. Estar
atento "a la analogía de la fe" (cf. Rom 12,6). Por "analogía de la fe" entendemos la
cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la
Revelación.
El sentido de la Escritura
115 Según
una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el
sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido
alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos
asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.
116 El sentido
literal. Es el sentido
significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la exégesis que
sigue las reglas de la justa interpretación. "Omnes sensus (sc. sacrae
Scripturae) fundentur super litteralem" (S. Tomás de Aquino., s.th.
1,1,10, ad 1) Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el
sentido literal.
117 El sentido
espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto
de la Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla
pueden ser signos.
1.
El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión
más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo;
así, el paso del Mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del
Bautismo (cf. 1 Cor 10,2).
2.
El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la
Escritura pueden conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos "para
nuestra instrucción" (1 Cor 10,11; cf. Hb 3-4,11).
3.
El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que
nos conduce (en griego: "anagoge") hacia nuestra Patria. Así,
la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste (cf. Ap 21,1-22,5).
118 Un
dístico medieval resume la significación de los cuatro sentidos:
"Littera gesta docet, quid credas allegoria,
Moralis quid agas, quo tendas anagogia"
(Agustín
de Dacia, Rotulus pugillaris, I: ed. A. Walz: Angelicum 6 (1929), 256)
119 "A
los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y
exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio
pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de
la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de
Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios"
(DV 12,3):
Ego vero Evangelio non credere, nisi me catholicae Ecclesiae commoveret
auctoritas (S. Agustín, fund. 5,6).
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