IV El canon de las Escrituras
120 La
Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la
lista de los Libros Santos (cf. DV 8,3). Esta lista integral es llamada
"Canon" de las Escrituras. Comprende para el Antiguo Testamento 46
escritos (45 si se cuentan Jr y Lm como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. DS
179; 1334-1336; 1501-1504):
Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos
libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas,
Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job,
los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la
Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc,
Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás Miqueas, Nahúm , Habacuc,
Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento;
los Evangelios de Mateo, de
Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo a
los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los
Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y la segunda a los
Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta
a los Hebreos, la carta de Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres
cartas de Juan, la carta de Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento
121 El
Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede
prescindir. Sus libros son libros divinamente inspirados y conservan un valor
permanente (cf. DV 14), porque la Antigua Alianza no ha sido revocada.
122 En
efecto, "el fin principal de la economía antigua era preparar la venida de
Cristo, redentor universal". "Aunque contienen elementos imperfectos
y pasajeros", los libros del Antiguo Testamento dan testimonio de toda la
divina pedagogía del amor salvífico de Dios: "Contienen enseñanzas
sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran
tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación" (DV 15).
123 Los
cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios. La
Iglesia ha rechazado siempre vigorosamente la idea de prescindir del Antiguo
Testamento so pretexto de que el Nuevo lo habría hecho caduco (marcionismo).
El Nuevo Testamento
124
"La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para ala salvación del que
cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo
Testamento" (DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la
Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado,
sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos
de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (cf. DV 20).
125 Los
evangelios son el corazón de todas las Escrituras "por ser el testimonio
principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro
Salvador" (DV 18).
126 En la
formación de los evangelios se pueden distinguir tres etapas:
1. La vida y la enseñanza de
Jesús. La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro evangelios, "cuya
historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús, Hijo de
Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para ala salvación de
ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo" (DV 19).
2. La tradición oral.
"Los apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a
sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de
que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y
por la luz del Espíritu de verdad" (DV 19).
3. Los evangelios escritos.
Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas
de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando
otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, conservando
por fin la forma de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la
verdad sincera acerca de Jesús" (DV 19).
127 El
Evangelio cuatriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan
testimonio la veneración de que lo rodea la liturgia y el atractivo
incomparable que ha ejercido en todo tiempo sobre los santos:
No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más espléndida que el
texto del evangelio. Ved y retened lo que nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha
enseñado mediante sus palabras y realizado mediante sus obras (Santa Cesárea la
Joven, Rich.).
Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él
encuentro todo lo que es necesario a mi pobre alma. En él descubro siempre
nuevas luces, sentidos escondidos y misteriosos (Santa Teresa del Niño Jesús,
ms. auto. A 83v).
La unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento
128 La
Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Cor 10,6.11; Hb 10,1; 1 Pe 3,21),
y después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino
en los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios en la Antigua Alianza prefiguraciones de
lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo
encarnado.
129 Los
cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y
resucitado. Esta lectura tipológica manifiesta el contenido inagotable del
Antiguo Testamento. Ella no debe hacer olvidar que el Antiguo Testamento
conserva su valor propio de revelación que nuestro Señor mismo reafirmó (cf. Mc
12,29-31). Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz
del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurrirá constantemente a él
(cf. 1 Cor 5,6-8; 10,1-11). Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está
escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el
Nuevo: "Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet" (S. Agustín,
Hept. 2,73; cf. DV 16).
130 La
tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divino
cuando "Dios sea todo en todos" (1 Cor 15,28). Así la vocación de los patriarcas y el Exodo de
Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho
de que son al mismo tiempo etapas intermedias.
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