Artículo 1
CREO
I La obediencia de la fe
144 Obedecer ("ob-audire") en la fe, es
someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada
por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos
propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de
la misma.
Abraham,
"el padre de todos los creyentes"
145 La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de
los antepasados insiste particularmente en la fe de Abraham: "Por la fe,
Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y
salió sin saber a dónde iba" (Hb 11,8; cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió
como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a
Sara se otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo
único en sacrificio (cf. Hb 11,17).
146 Abraham realiza así la definición de la fe dada por
la carta a los Hebreos: "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba
de las realidades que no se ven" (Hb 11,1). "Creyó Abraham en Dios y
le fue reputado como justicia" (Rom 4,3; cf. Gn 15,6). Gracias a esta
"fe poderosa" (Rom 4,20), Abraham vino a ser "el padre de todos
los creyentes" (Rom 4,11.18; cf. Gn 15,15).
147 El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca
de esta fe. La carta a los Hebreos proclama el elogio de la fe ejemplar de los
antiguos, por la cual "fueron alabados" (Hb 11,2.39). Sin embargo,
"Dios tenía ya dispuesto algo mejor": la gracia de creer en su Hijo
Jesús, "el que inicia y consuma la fe" (Hb 11,40; 12,2).
María : "Dichosa la que ha
creído"
148 La Virgen María realiza de la manera más perfecta la
obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le
traía el ángel Gabriel, creyendo que "nada es imposible para Dios"
(Lc 1,37; cf. Gn 18,14) y dando su asentimiento: "He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Isabel la saludó:
"¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!" (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones
la proclamarán bienaventurada (cf. Lc 1,48).
149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf.
Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no
cesó de creer en el "cumplimiento" de la palabra de Dios. Por todo
ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.
|