Párrafo 3
LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA
811
"Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que
es una, santa, católica y apostólica" (LG 8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos
entre sí (cf DS 2888), indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La
Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo,
da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien
la llama a ejercitar cada una de estas cualidades.
812 Sólo la
fe puede reconocer que la Iglesia posee estas propiedades por su origen divino.
Pero sus manifestaciones históricas son signos que hablan también con claridad
a la razón humana. Recuerda el Concilio Vaticano I: "La Iglesia por sí
misma es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio
irrefutable de su misión divina a causa de su admirable propagación, de su
eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de bienes, de su
unidad universal y de su invicta estabilidad" (DS 3013).
I La Iglesia es una
"El sagrado Misterio de la Unidad de la Iglesia" (UR 2)
813 La
Iglesia es una debido a su origen: "El modelo y principio supremo de
este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo,
en la Trinidad de personas" (UR 2). La Iglesia es una debido a su
Fundador: "Pues el mismo Hijo encarnado, Príncipe de la paz, por su
cruz reconcilió a todos los hombres con Dios... restituyendo la unidad de todos
en un solo pueblo y en un solo cuerpo" (GS 78, 3). La Iglesia es una debido
a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en los creyentes
y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles
y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la
Iglesia" (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser
una:
¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del universo, un solo Logos
del universo y también un solo Espíritu Santo, idéntico en todas partes; hay
también una sola virgen hecha madre, y me gusta llamarla Iglesia (Clemente de
Alejandría, paed. 1, 6, 42).
813 Desde
el principio, esta Iglesia una se presenta, no obstante, con una gran diversidad
que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad
de las personas que los reciben. En
la unidad del Pueblo de Dios se reúnen los diferentes pueblos y culturas. Entre
los miembros de la Iglesia existe una diversidad de dones, cargos, condiciones
y modos de vida; "dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente
las Iglesias particulares con sus propias tradiciones" (LG 13). La
gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el pecado y el peso de sus
consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad. También el apóstol
debe exhortar a "guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la
paz" (Ef 4, 3).
815 ¿Cuáles son estos vínculos de la unidad? "Por
encima de todo esto revestíos del amor, que es el vínculo de la
perfección" (Col 3, 14). Pero la unidad de la Iglesia peregrina está
asegurada por vínculos visibles de comunión:
- la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles;
- la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;
- la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la
concordia fraterna de la familia de Dios (cf UR 2; LG 14; [link] CIC,
can. 205).
816
"La única Iglesia de Cristo..., Nuestro Salvador, después de su
resurrección, la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás apóstoles que la
extendieran y la gobernaran... Esta Iglesia, constituida y ordenada en este
mundo como una sociedad, subsiste en ["subsistit in"] la Iglesia
católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con
él" (LG 8).
El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II explicita:
"Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio
general de salvación, puede alcanzarse la plenitud total de los medios de
salvación. Creemos que el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza a
un único colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir un solo Cuerpo
de Cristo en la tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de algún
modo pertenecen ya al Pueblo de Dios" (UR 3).
Las heridas de la unidad
817 De hecho, "en esta una y única
Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones
que el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos posteriores
surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la
comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres
de ambas partes" (UR 3). Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo
de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y el cisma [cf
[link] CIC can. 751]) no se producen sin el pecado de
los hombres:
Ubi peccata sunt, ibi est multitudo, ibi schismata, ibi haereses, ibi
discussiones. Ubi autem virtus, ibi singularitas, ibi unio, ex quo omnium
credentium erat cor unum et anima una ("Donde hay pecados, allí hay desunión,
cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión, de donde
resultaba que todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma"
Orígenes, hom. in Ezech. 9, 1).
818 Los que
nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas "y son instruidos
en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la
Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos... justificados por la
fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se
honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de
la Iglesia católica como hermanos en el Señor" (UR 3).
819 Además, "muchos elementos de
santificación y de verdad" (LG 8) existen fuera de los límites visibles de
la Iglesia católica: "la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la
fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los
elementos visibles" (UR 3; cf LG 15). El Espíritu de Cristo se sirve de
estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza
viene de la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia
católica. Todos estos bienes provienen de Cristo y conducen a Él (cf UR 3) y de
por sí impelen a "la unidad católica" (LG 8).
Hacia la unidad
820 Aquella unidad "que Cristo concedió
desde el principio a la Iglesia... creemos que subsiste indefectible en la
Iglesia católica y esperamos que crezca hasta la consumación de los
tiempos" (UR 4). Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de
la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar siempre para mantener, reforzar
y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso Cristo mismo rogó
en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre por la unidad de sus
discípulos: "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). El deseo de
volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un
llamamiento del Espíritu Santo (cf UR 1).
821 Para
responder adecuadamente a este llamamiento se exige:
— una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su
vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad (UR 6);
— la conversión del corazón para "llevar una vida más pura,
según el Evangelio" (cf UR 7), porque la infidelidad de los miembros al
don de Cristo es la causa de las divisiones;
— la oración en común, porque "esta conversión del corazón y
santidad de vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de
los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento
ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual" (cf UR 8);
— el fraterno conocimiento recíproco (cf UR 9);
— la formación ecuménica
de los fieles y especialmente de los sacerdotes (cf UR 10);
— el diálogo entre los
teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y
comunidades (cf UR 4, 9, 11);
— la colaboración entre
cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres (cf UR 12).
822
"La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia
entera, tanto a los fieles como a los pastores" (cf UR 5). Pero hay que
ser "conocedor de que este santo propósito de reconciliar a todos los
cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y
la capacidad humana". Por eso hay que poner toda la esperanza "en la
oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en
el poder del Espíritu Santo" (UR 24).
II La Iglesia es santa
823
"La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa. En efecto,
Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama 'el
solo santo', amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para
santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del
Espíritu Santo para gloria de Dios" (LG 39). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de
Dios" (LG 12), y sus miembros son llamados "santos" (cf Hch 9,
13; 1 Co 6, 1; 16, 1).
824 La
Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y con Él, ella también
ha sido hecha santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir "la
santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios" (SC
10). En la Iglesia es en donde está depositada "la plenitud total de los
medios de salvación" (UR 3). Es en ella donde "conseguimos la
santidad por la gracia de Dios" (LG 48).
825 "La Iglesia, en efecto, ya en la
tierra se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía
imperfecta" (LG 48). En sus miembros, la santidad perfecta está todavía
por alcanzar: "Todos los cristianos, de cualquier estado o condición,
están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad,
cuyo modelo es el mismo Padre" (LG 11).
826 La caridad es el alma de la santidad a la
que todos están llamados: "dirige todos los medios de santificación, los
informa y los lleva a su fin" (LG 42):
Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes
miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba, comprendí que
la Iglesia tenía un corazón, que este corazón estaba ARDIENDO DE AMOR.
Comprendí que el Amor solo hacía obrar a los miembros de la Iglesia, que
si el Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el
Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre... Comprendí que EL AMOR ENCERRABA TODAS LAS
VOCACIONES. QUE EL AMOR ERA TODO, QUE ABARCABA TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS LOS
LUGARES... EN UNA PALABRA, QUE ES ¡ETERNO! (Santa Teresa del
Niño Jesús, ms. autob. B 3v).
827
"Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado,
sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando
en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de
purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación" (LG 8; cf UR
3; 6). Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben
reconocerse pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía
se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los
tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya
por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación:
La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella
no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si
se alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella, contraen
pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda
radiante. Por lo que se aflige y
hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus
hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo (SPF 19).
828 Al canonizar a ciertos fieles, es
decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente
las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia
reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la
esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores
(cf LG 40; 48-51). "Los santos y las santas han sido siempre fuente y
origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la
Iglesia" (CL 16, 3). En efecto, "la santidad de la Iglesia es el
secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su
ímpetu misionero" (CL 17, 3).
829 "La
Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga.
En cambio, los creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer
en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María" (LG 65): en ella, la
Iglesia es ya enteramente santa.
III La
Iglesia es católica
Qué quiere decir "católica"
830 La
palabra "católica" significa "universal" en el sentido de
"según la totalidad" o "según la integridad". La Iglesia es
católica en un doble sentido:
Es católica porque Cristo está presente en ella. "Allí donde está
Cristo Jesús, está la Iglesia Católica" (San Ignacio de Antioquía, Smyrn.
8, 2). En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (cf
Ef 1, 22-23), lo que implica que ella recibe de Él "la plenitud de los
medios de salvación" (AG 6) que Él ha querido: confesión de fe recta y
completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la sucesión
apostólica. La Iglesia, en este sentido fundamental, era católica el día de
Pentecostés (cf AG 4) y lo será siempre hasta el día de la Parusía.
831 Es
católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género
humano (cf Mt 28, 19):
Todos los hombres están invitados
al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo
el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de
Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a
sus hijos dispersos... Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo
de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia
Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos
sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu (LG 13).
Cada una de las Iglesias
particulares es "católica"
832 "Esta Iglesia de Cristo está
verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles,
unidas a sus pastores. Estas, en el Nuevo Testamento, reciben el nombre
de Iglesias... En ellas se reúnen los fieles por el anuncio del Evangelio de
Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor... En estas comunidades,
aunque muchas veces sean pequeñas y pobres o vivan dispersas, está presente
Cristo, quien con su poder constituye a la Iglesia una, santa, católica y
apostólica" (LG 26).
833 Se
entiende por Iglesia particular, que es en primer lugar la diócesis (o la
eparquía), una comunidad de fieles cristianos en comunión en la fe y en los
sacramentos con su obispo ordenado en la sucesión apostólica (cf CD 11;
[link] CIC can. 368-369; CCEO, cán. 117, § 1. 178. 311, § 1. 312). Estas Iglesias
particulares están "formadas a imagen de la Iglesia Universal. En ellas y
a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única" (LG 23).
834 Las Iglesias particulares son plenamente
católicas gracias a la comunión con una de ellas: la Iglesia de Roma "que
preside en la caridad" (San Ignacio de Antioquía, Rom. 1, 1). "Porque
con esta Iglesia en razón de su origen más excelente debe necesariamente
acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas partes" (San
Ireneo, haer. 3, 3, 2; citado por Cc. Vaticano I: DS 3057). "En efecto,
desde la venida a nosotros del Verbo encarnado, todas las Iglesias cristianas
de todas partes han tenido y tienen a la gran Iglesia que está aquí [en Roma]
como única base y fundamento porque, según las mismas promesas del Salvador,
las puertas del infierno no han prevalecido jamás contra ella" (San Máximo
el Confesor, opusc.).
835
"Guardémonos bien de concebir la Iglesia universal como la suma o, si se
puede decir, la federación más o menos anómala de Iglesias particulares
esencialmente diversas. En el
pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por vocación y por misión, la
que, echando sus raíces en la variedad de terrenos culturales, sociales,
humanos, toma en cada parte del mundo aspectos, expresiones externas
diversas" (EN 62). La rica variedad de disciplinas eclesiásticas, de ritos
litúrgicos, de patrimonios teológicos y espirituales propios de las Iglesias
locales "con un mismo objetivo muestra muy claramente la catolicidad de la
Iglesia indivisa" (LG 23).
Quién pertenece a la Iglesia católica
836
"Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del
Pueblo de Dios... A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están
destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en
general llamados a la salvación por la gracia de Dios" (LG 13).
837
"Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos
que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y
todos los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su
estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los
obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del
gobierno eclesiástico y de la comunión. No se salva, en cambio, el que no
permanece en el amor, aunque esté incorporado a la Iglesia, pero está en el
seno de la Iglesia con el 'cuerpo', pero no con el 'corazón"' (LG 14).
838
"La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran
con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en
su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de
Pedro" (LG 15). "Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente
el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia
católica" (UR 3). Con las Iglesias ortodoxas, esta comunión es tan
profunda "que le falta muy poco para que alcance la plenitud que haría
posible una celebración común de la Eucaristía del Señor" (Pablo VI,
discurso 14 diciembre 1975; cf UR 13-18).
La Iglesia y los no cristianos
839
"Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al
Pueblo de Dios de diversas maneras" (LG 16):
La relación de la Iglesia con el pueblo judío. La Iglesia, Pueblo de
Dios en la Nueva Alianza, al escrutar su propio misterio, descubre su
vinculación con el pueblo judío (cf NA 4) "a quien Dios ha hablado
primero" (MR, Viernes Santo 13: oración universal VI). A diferencia de
otras religiones no cristianas la fe judía ya es una respuesta a la revelación
de Dios en la Antigua Alianza. Pertenece al pueblo judío "la adopción
filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los
patriarcas; de todo lo cual procede Cristo según la carne" (cf Rm 9, 4-5),
"porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rm 11,
29).
840 Por
otra parte, cuando se considera el futuro, el Pueblo de Dios de la Antigua
Alianza y el nuevo Pueblo de Dios tienden hacia fines análogos: la espera de la
venida (o el retorno) del Mesías; pues para unos, es la espera de la vuelta del
Mesías, muerto y resucitado, reconocido como Señor e Hijo de Dios; para los
otros, es la venida del Mesías cuyos rasgos permanecen velados hasta el fin de
los tiempos, espera que está acompañada del drama de la ignorancia o del
rechazo de Cristo Jesús.
841 Las
relaciones de la Iglesia con los musulmanes. "El designio de salvación
comprende también a los que reconocen al Creador. Entre ellos están, ante todo,
los musulmanes, que profesan tener la fe de Abraham y adoran con nosotros al
Dios único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del mundo"
(LG 16; cf NA 3).
842 El
vínculo de la Iglesia con las religiones no cristianas es en primer lugar
el del origen y el del fin comunes del género humano:
Todos los pueblos forman una única comunidad y tienen un mismo origen,
puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la entera faz de la
tierra; tienen también un único fin último, Dios, cuya providencia, testimonio
de bondad y designios de salvación se extienden a todos hasta que los elegidos
se unan en la Ciudad Santa (NA 1).
843 La
Iglesia reconoce en las otras religiones la búsqueda "todavía en sombras y
bajo imágenes", del Dios desconocido pero próximo ya que es Él quien da a
todos vida, el aliento y todas las cosas y quiere que todos los hombres se
salven. Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que puede
encontrarse en las diversas religiones, "como una preparación al Evangelio
y como un don de aquel que ilumina a todos los hombres, para que al fin tengan
la vida" (LG 16; cf NA 2; EN 53).
844 Pero, en su comportamiento religioso, los
hombres muestran también límites y errores que desfiguran en ellos la imagen de
Dios:
Con demasiada frecuencia los
hombres, engañados por el Maligno, se pusieron a razonar como personas vacías y
cambiaron el Dios verdadero por un ídolo falso, sirviendo a las criaturas en
vez de al Creador. Otras veces, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo,
están expuestos a la desesperación más radical (LG 16).
845 El Padre quiso convocar a toda la
humanidad en la Iglesia de su Hijo para reunir de nuevo a todos sus hijos que
el pecado había dispersado y extraviado. La Iglesia es el lugar donde la
humanidad debe volver a encontrar su unidad y su salvación. Ella es el
"mundo reconciliado" (San Agustín, serm. 96, 7-9). Es, además, este
barco que "pleno dominicae crucis velo Sancti Spiritus flatu in hoc bene
navigat mundo" ("con su velamen que es la cruz de Cristo, empujado
por el Espíritu Santo, navega bien en este mundo") (San Ambrosio, virg.
18, 188); según otra imagen estimada por los Padres de la Iglesia, está
prefigurada por el Arca de Noé que es la única que salva del diluvio (cf 1 P 3,
20-21).
"Fuera de la Iglesia no hay salvación"
846 ¿Cómo
entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia?
Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza
por la Iglesia que es su Cuerpo:
El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña
que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto,
es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo,
en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de
la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en
la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no
podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la
Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen
querido entrar o perseverar en ella (LG 14).
847 Esta
afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su
Iglesia:
Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero
buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la
gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su
conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).
848
"Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe,
'sin la que es imposible agradarle' (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio
sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al
mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar" (AG 7).
La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia
849 El
mandato misionero. "La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser
'sacramento universal de salvación', por exigencia íntima de su misma
catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por anunciar el
Evangelio a todos los hombres" (AG 1): "Id, pues, y haced discípulos
a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,
19-20)
850 El origen
la finalidad de la misión. El mandato misionero del Señor tiene su fuente
última en el amor eterno de la Santísima Trinidad: "La Iglesia
peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su
origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de
Dios Padre" (AG 2). El fin
último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la
comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor (cf Juan
Pablo II, RM 23).
851 El
motivo de la misión. Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha
sacado en todo tiempo la obligación y la fuerza de su impulso misionero:
"porque el amor de Cristo nos apremia..." (2 Co 5, 14; cf AA 6; RM 11). En efecto, "Dios quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2,
4). Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad.
La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del
Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia a
quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan
para ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la
Iglesia debe ser misionera.
852 Los
caminos de la misión. "El Espíritu Santo es en verdad el protagonista
de toda la misión eclesial" (RM 21). Él es quien conduce la Iglesia por los caminos de la misión. Ella
"continúa y desarrolla en el curso de la historia la misión del propio
Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres... impulsada por el Espíritu
Santo, debe avanzar por el mismo camino por el que avanzó Cristo; esto es, el
camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo
hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección" (AG 5). Es así como la "sangre de los
mártires es semilla de cristianos" (Tertuliano, apol. 50).
853 Pero en su peregrinación, la Iglesia
experimenta también "hasta qué punto distan entre sí el mensaje que ella
proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el
Evangelio" (GS 43, 6). Sólo avanzando por el camino "de la conversión
y la renovación" (LG 8; cf 15) y "por el estrecho sendero de
Dios" (AG 1) es como el Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo
(cf RM 12-20). En efecto, "como Cristo realizó la obra de la
redención en la persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo
camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación" (LG 8).
854 Por su
propia misión, "la Iglesia... avanza junto con toda la humanidad y
experimenta la misma suerte terrena del mundo, y existe como fermento y alma de
la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia
de Dios" (GS 40, 2). El esfuerzo misionero exige entonces la paciencia.
Comienza con el anuncio del Evangelio a los pueblos y a los grupos que aún no
creen en Cristo (cf RM 42-47), continúa con el establecimiento de comunidades
cristianas, "signo de la presencia de Dios en el mundo" (AG lS), y en
la fundación de Iglesias locales (cf RM 48-49); se implica en un proceso de
inculturación para así encarnar el Evangelio en las culturas de los pueblos (cf
RM 52-54), en este proceso no faltarán también los fracasos. "En cuanto se
refiere a los hombres, grupos y pueblos, solamente de forma gradual los toca y
los penetra y de este modo los incorpora a la plenitud católica" (AG 6).
855 La
misión de la Iglesia reclama el esfuerzo hacia la unidad de los cristianos
(cf RM 50). En efecto, "las divisiones entre los cristianos son un
obstáculo para que la Iglesia lleve a cabo la plenitud de la catolicidad que le
es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el
bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso se hace
más difícil para la propia Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo
todos los aspectos en la realidad misma de la vida" (UR 4).
856 La
tarea misionera implica un diálogo respetuoso con los que todavía no
aceptan el Evangelio (cf RM 55). Los creyentes pueden sacar provecho para sí
mismos de este diálogo aprendiendo a conocer mejor "cuanto de verdad y de
gracia se encontraba ya entre las naciones, como por una casi secreta presencia
de Dios" (AG 9). Si ellos anuncian la Buena Nueva a los que la desconocen,
es para consolidar, completar y elevar la verdad y el bien que Dios ha
repartido entre los hombres y los pueblos, y para purificarlos del error y del
mal "para gloria de Dios, confusión del diablo y felicidad del hombre"
(AG 9).
IV La
Iglesia es apostólica
857 La
Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un
triple sentido:
— Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles"
(Ef 2, 20; Hch 21, 14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo
Cristo (cf Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
— Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la
enseñanza (cf Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los
apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
— Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la
vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral:
el colegio de los obispos, "a los que asisten los presbíteros juntamente
con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos
pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la
palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar
el Evangelio (MR, Prefacio de los apóstoles).
La misión de los apóstoles
858 Jesús
es el enviado del Padre. Desde el
comienzo de su ministerio, "llamó a los que él quiso, y vinieron donde él.
Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc
3, 13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" [es lo que significa
la palabra griega "apostoloi"]. En ellos continúa su propia misión:
"Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21; cf 13, 20;
17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo:
"Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los Doce (Mt 10,
40; cf Lc 10, 16).
859 Jesús los asocia a su misión recibida del
Padre: como "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta" (Jn 5,
19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a
quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf Jn 15, 5) de quien reciben
el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los apóstoles de Cristo
saben por tanto que están calificados por Dios como "ministros de una
nueva alianza" (2 Co 3, 6), "ministros de Dios" (2 Co 6, 4),
"embajadores de Cristo" (2 Co 5, 20), "servidores de Cristo y
administradores de los misterios de Dios" (1 Co 4, 1).
860 En el encargo dado a los apóstoles hay un
aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor
y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto permanente
de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin
de los tiempos (cf Mt 28, 20). "Esta misión divina confiada por Cristo a
los apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que
tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los apóstoles se preocuparon de
instituir... sucesores" (LG 20).
Los obispos sucesores de los
apóstoles
861 "Para que continuase después de su
muerte la misión a ellos confiada, encargaron mediante una especie de
testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la
obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el
que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de
Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego
dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en
el ministerio" (LG 20; cf San Clemente Romano, Cor. 42; 44).
862
"Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a
Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera
permanece el ministerio de los apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser
elegido para siempre por el orden sagrado de los obispos". Por eso, la
Iglesia enseña que "por institución divina los obispos han sucedido a los
apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el
que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió" (LG
20).
El apostolado
863 Toda la Iglesia es apostólica mientras
permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los apóstoles, en
comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en
cuanto que ella es "enviada" al mundo entero; todos los miembros de
la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. "La
vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al
apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la actividad del
Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el Reino de Cristo por toda la
tierra" (AA 2).
864
"Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la
Iglesia", es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto el de los
ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo
(cf Jn 15, 5; AA 4). Según sean las vocaciones, las interpretaciones de los
tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las formas
más diversas. Pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la
Eucaristía, "que es como el alma de todo apostolado" (AA 3).
865 La
Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y
última, porque en ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos
"el Reino de los cielos", "el Reino de Dios" (cf Ap 19, 6),
que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón
de los que le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica.
Entonces todos los hombres rescatados por él, hechos en él "santos
e inmaculados en presencia de Dios en el Amor" (Ef 1, 4), serán reunidos
como el único Pueblo de Dios, "la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9),
"la Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de
Dios" (Ap 21, 10-11); y "la muralla de la ciudad se asienta sobre
doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero"
(Ap 21, 14).
RESUMEN
866 La
Iglesia es una: tiene un solo Señor; confiesa una sola fe, nace de un
solo Bautismo, no forma más que un solo Cuerpo, vivificado por un solo
Espíritu, orientado a una única esperanza (cf Ef 4, 3-5) a cuyo término se
superarán todas las divisiones.
867 La
Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se
entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es
"ex maculatis immaculata" ("inmaculada aunque compuesta de
pecadores"). En los santos brilla su santidad; en María es ya la
enteramente santa.
868 La Iglesia es católica: Anuncia la
totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de
salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos los hombres;
abarca todos los tiempos; "es, por su propia naturaleza, misionera"
(AG 2).
869 La Iglesia es apostólica: Está
edificada sobre sólidos cimientos: "los doce apóstoles del Cordero"
(Ap 21, 14); es indestructible (cf Mt 16, 18); se mantiene infaliblemente en la
verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás apóstoles, presentes
en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos.
870 "La única Iglesia de Cristo, de la que
confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica... subsiste en
la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en
comunión con él. Sin duda, fuera de su estructura visible pueden encontrarse
muchos elementos de santificación y de verdad " (LG 8).
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