Párrafo
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LOS FIELES DE CRISTO: JERARQUÍA, LAICOS, VIDA CONSAGRADA
871 "Son fieles cristianos quienes,
incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y,
hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética
y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar
la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo"
( [link] CIC, can. 204, 1; cf. LG 31).
872 "Por su regeneración en Cristo, se
da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y
acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio,
cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo" ( [link] CIC
can. 208; cf. LG 32).
873 Las mismas diferencias que el Señor quiso
poner entre los miembros de su Cuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque
"hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los
Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar
y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes
de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y
en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios"
(AA 2). En fin, "en esos dos grupos [jerarquía y laicos], hay fieles que
por la profesión de los consejos evangélicos ... se consagran a Dios y
contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que
les es propia" ( [link] CIC can. 207, 2).
I La constitución jerárquica de la Iglesia
Razón del ministerio eclesial
874 El
mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. El lo ha instituido, le
ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad:
Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre,
instituyó en su Iglesia diversos ministerios que está ordenados al bien de todo
el Cuerpo. En efecto, los ministros que posean la sagrada potestad están al
servicio de sus hermanos para que todos los que son miembros del Pueblo de
Dios...lleguen a la salvación (LG 18).
875
"¿Cómo creerán en aquél a quien no han oído? ¿cómo oirán sin que se les
predique? y ¿cómo predicarán si no son enviados?" (Rm 10, 14-15). Nadie,
ningún individuo ni ninguna comunidad, puede anunciarse a sí mismo el
Evangelio. "La fe viene de la predicación" (Rm 10, 17). Nadie se
puede dar a sí mismo el mandato ni la misión de anunciar el Evangelio. El
enviado del Señor habla y obra no con autoridad propia, sino en virtud de la
autoridad de Cristo; no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en
nombre de Cristo. Nadie puede conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser
dada y ofrecida. Eso supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados
por parte de Cristo. De El los obispos y los presbíteros reciben la misión y la
facultad (el "poder sagrado") de actuar in persona
Christi Capitis, los diáconos las fuerzas para servir al pueblo de
Dios en la "diaconía" de la liturgia, de la palabra y de la caridad,
en comunión con el Obispo y su presbiterio. Este ministerio, en el cual los
enviados de Cristo hacen y dan, por don de Dios, lo que ellos, por sí mismos,
no pueden hacer ni dar, la tradición de la Iglesia lo llama
"sacramento". El ministerio de la Iglesia se confiere por medio de un
sacramento específico.
876 El carácter
de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la
naturaleza sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da
misión y autoridad, los ministros son verdaderamente "esclavos de
Cristo" (Rm 1, 1), a imagen de Cristo que, libremente ha tomado por
nosotros "la forma de esclavo" (Flp 2, 7). Como la palabra y la
gracia de la cual son ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha
confiado para los otros, ellos se harán libremente esclavos de todos (cf. 1 Co
9, 19).
877 De
igual modo es propio de la naturaleza sacramental del ministerio eclesial tener
un carácter colegial . En efecto, desde el comienzo de su ministerio, el
Señor Jesús instituyó a los Doce, "semilla del Nuevo Israel, a la vez que
el origen de la jerarquía sagrada" (AG 5). Elegidos juntos, también fueron
enviados juntos, y su unidad fraterna estará al servicio de la comunión
fraterna de todos los fieles; será como un reflejo y un testimonio de la
comunión de las Personas divinas (cf. Jn 17, 21-23). Por eso, todo obispo
ejerce su ministerio en el seno del colegio episcopal, en comunión con el
obispo de Roma, sucesor de San Pedro y jefe del colegio; los presbíteros
ejercen su ministerio en el seno del presbiterio de la diócesis, bajo la
dirección de su obispo.
878 Por
último, es propio también de la naturaleza sacramental del ministerio eclesial
tener carácter personal. Cuando los ministros de Cristo actúan en
comunión, actúan siempre también de manera personal. Cada uno ha sido llamado
personalmente ("Tú sígueme", Jn 21, 22;cf. Mt 4,19. 21; Jn 1,43) para
ser, en la misión común, testigo personal, que es personalmente portador de la
responsabilidad ante Aquél que da la misión, que actúa "in
persona Christi" y en favor de personas : "Yo te bautizo en
el nombre del Padre ..."; "Yo te perdono...".
879 Por lo
tanto, en la Iglesia, el ministerio sacramental es un servicio ejercitado en
nombre de Cristo y tiene una índole personal y una forma colegial. Esto se
verifica en los vínculos entre el colegio episcopal y su jefe, el sucesor de
San Pedro, y en la relación entre la responsabilidad pastoral del obispo en su
Iglesia particular y la común solicitud del colegio episcopal hacia la Iglesia
Universal.
El colegio episcopal y su cabeza, el Papa
880 Cristo,
al instituir a los Doce, "formó una especie de Colegio o grupo estable y
eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19).
"Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás Apóstoles
forman un único Colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí
el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los
Apóstoles "(LG 22; cf. [link] CIC,
can 330).
881 El Señor hizo de Simón, al que dio
el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las
llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf.
Jn 21, 15-17). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido
a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los
demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por
los obispos bajo el primado del Papa.
882 El Papa,
obispo de Roma y sucesor de San Pedro, "es el principio y fundamento
perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de
los fieles "(LG 23). "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la
Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la
Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con
entera libertad" (LG 22; cf. CD 2. 9).
883
"El Colegio o cuerpo episcopal no tiene ninguna autoridad si no se
le considera junto con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como Cabeza del
mismo"". Como tal, este colegio es "también sujeto de la
potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia" que "no se puede
ejercer...a no ser con el consentimiento del Romano Pontífice" (LG 22; cf.
[link] CIC, can.
336).
884 La
potestad del Colegio de los Obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de modo
solemne en el Concilio Ecuménico "( [link] CIC can 337,
1). "No existe concilio ecuménico si el sucesor de Pedro no lo
ha aprobado o al menos aceptado como tal "(LG 22).
885
"Este colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la diversidad y la
unidad del Pueblo de Dios; en cuanto reunido bajo una única Cabeza, expresa la
unidad del rebaño de Dios " (LG 22).
886
"Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y
fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23). Como
tales ejercen "su gobierno pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios
que le ha sido confiada" (LG 23), asistidos por los presbíteros y los diáconos.
Pero, como miembros del colegio episcopal, cada uno de ellos participa de la
solicitud por todas las Iglesias (cf. CD 3), que ejercen primeramente
"dirigiendo bien su propia Iglesia, como porción de la Iglesia
universal", contribuyen eficazmente "al Bien de todo el Cuerpo
místico que es también el Cuerpo de las Iglesias" (LG 23). Esta solicitud se extenderá particularmente a los
pobres (cf. Ga 2, 10), a los perseguidos por la fe y a los misioneros que
trabajan por toda la tierra.
887 Las Iglesias particulares vecinas y de
cultura homogénea forman provincias eclesiásticas o conjuntos más vastos
llamados patriarcados o regiones (cf. Canon de los Apóstoles 34). Los obispos
de estos territorios pueden reunirse en sínodos o concilios provinciales. "De
igual manera, hoy día, las Conferencias Episcopales pueden prestar una ayuda
múltiple y fecunda para que el afecto colegial se traduzca concretamente en la
práctica"" (LG 23).
La misión de enseñar
888 Los obispos con los presbíteros, sus colaboradores,
"tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios"
(PO 4), según la orden del Señor (cf. Mc 16, 15). Son "los predicadores
del Evangelio que llevan nuevos discípulos a Cristo. Son también los maestros
auténticos, por estar dotados de la autoridad de Cristo" (LG 25).
889 Para
mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles,
Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su
propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe",
el Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la fe", bajo la guía
del Magisterio vivo de la Iglesia (cf. LG 12; DV 10).
890 La
misión del Magisterio está ligada al carácter definitivo de la Alianza instaurada
por Dios en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones y de los
fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe
auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a velar para
que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir este
servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en
materia de fe y de costumbres. El ejercicio de este carisma puede revestir
varias modalidades:
891
"El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta
infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo
de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto
definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral... La infalibilidad
prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el
magisterio supremo con el sucesor de Pedro", sobre todo en un Concilio
ecuménico (LG 25; cf. Vaticano I: DS 3074). Cuando la Iglesia propone por medio
de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar "como revelado por Dios
para ser creído" (DV 10) y como enseñanza de Cristo, "hay que aceptar
sus definiciones con la obediencia de la fe" (LG 25). Esta infalibilidad
abarca todo el depósito de la Revelación divina (cf. LG 25).
892 La
asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, cuando
enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de una manera particular, al
obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición
infalible y sin pronunciarse de una "manera definitiva", proponen, en
el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor
inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza
ordinaria, los fieles deben "adherirse...con espíritu de obediencia
religiosa" (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una
prolongación de él.
La misión de santificar
893 El obispo "es el `administrador de
la gracia del sumo sacerdocio'" (LG 26), en particular en la Eucaristía
que él mismo ofrece, o cuya oblación asegura por medio de los presbíteros, sus
colaboradores. Porque la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia
particular. El obispo y los presbíteros santifican la Iglesia con su oración y
su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los sacramentos. La
santifican con su ejemplo, "no tiranizando a los que os ha tocado cuidar,
sino siendo modelos de la grey" (1 P 5, 3). Así es como llegan "a la
vida eterna junto con el rebaño que les fue confiado"(LG 26).
La misión de gobernar
894
"Los obispos, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan las Iglesias
particulares que se les han confiado, no sólo con sus proyectos, con sus consejos
y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada "(LG 27),
que deben, no obstante, ejercer para edificar con espíritu de servicio que es
el de su Maestro (cf. Lc 22, 26-27).
895
"Esta potestad, que desempeñan personalmente en nombre de Cristo, es
propia, ordinaria e inmediata. Su ejercicio, sin embargo, está regulado en
último término por la suprema autoridad de la Iglesia "(LG 27). Pero no se
debe considerar a los obispos como vicarios del Papa, cuya autoridad ordinaria
e inmediata sobre toda la Iglesia no anula la de ellos, sino que, al contrario,
la confirma y tutela. Esta autoridad debe ejercerse en comunión con toda la
Iglesia bajo la guía del Papa.
896 El Buen
Pastor será el modelo y la "forma" de la misión pastoral del obispo. Consciente de sus propias debilidades, el
obispo "puede disculpar a los ignorantes y extraviados. No debe
negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a a los que cuida como verdaderos
hijos ... Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo como la
Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre" (LG 27):
Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio
como a los apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de
Dios. Que nadie haga al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia
(San Ignacio de Antioquía, Smyrn. 8,1)
II Los fieles laicos
897
"Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros
del orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están
incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que
participan de las funciones de Cristo. Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos
realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la
Iglesia y en el mundo" (LG 31).
La vocación de los laicos
898 "Los laicos tienen como vocación
propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y
ordenándolas según Dios... A ellos de manera especial les corresponde iluminar
y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente
unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y
sean para alabanza del Creador y Redentor" (LG 31).
899 La iniciativa de los cristianos laicos es
particularmente necesaria cuando se trata de descubrir o de idear los medios
para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas impregnen las
realidades sociales, políticas y económicas. Esta iniciativa es un
elemento normal de la vida de la Iglesia:
Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la
Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto
ellos, especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de
pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los
fieles sobre la tierra bajo la guía del Jefe común, el Papa, y de los Obispos
en comunión con él. Ellos son la Iglesia (Pío XII, discurso 20 Febrero 1946;
citado por Juan Pablo II, CL 9).
900 Como
todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud
del bautismo y de la confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del
derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el
mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en
toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio
de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En las
comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado
de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia
(cf. LG 33).
La participación de los laicos
en la misión sacerdotal de Cristo
901 "Los laicos, consagrados a Cristo y
ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados
para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas
sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el
trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el
Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo
ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo,
que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la
Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera,
también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta
sana, consagran el mundo mismo a Dios" (LG 34; cf. LG 10).
902 De manera particular,los padres
participan de la misión de santificación "impregnando de espíritu
cristiano la vida conyugal y procurando la educación cristiana de los
hijos" ( [link] CIC, can. 835, 4).
903 Los laicos, si tienen las cualidades
requeridas, pueden ser admitidos de manera estable a los ministerios de
lectores y de acólito (cf. [link] CIC, can. 230, 1). "Donde lo aconseje
la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos,
aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es
decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones
litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las
prescripciones del derecho" ( [link] CIC, can. 230,
3).
Su participación en la misión profética de Cristo
904
"Cristo,... realiza su función profética ... no sólo a través de la jerarquía
... sino también por medio de los laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la
palabra" (LG 35).
Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso
de todo creyente (Sto. Tomás de A., STh
III, 71. 4 ad 3).
905 Los
laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con "el anuncio
de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra". En los
laicos, esta evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia
particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de
nuestro mundo" (LG 35):
Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero
apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los
no creyentes ... como a los fieles (AA 6; cf. AG 15).
906 Los fieles laicos que sean capaces de
ello y que se formen para ello también pueden prestar su colaboración en la
formación catequética (cf. [link] CIC, can. 774,
[link] 776, [link] 780), en la
enseñanza de las ciencias sagradas (cf. [link] CIC,can.
229), en los medios de comunicación social (cf. [link] CIC, can 823,
1).
907 "Tienen el derecho, y a veces
incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio,
de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al
bien de la Iglesia y de manifestarla a los demás fieles, salvando siempre la
integridad de la fe y de las costumbres y la reverencia hacia los Pastores,
habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas"
( [link] CIC, can. 212, 3).
Su participación en la misión
real de Cristo
908 Por su
obediencia hasta la muerte (cf. Flp 2, 8-9), Cristo ha comunicado a sus
discípulos el don de la libertad regia, "para que vencieran en sí mismos,
con la apropia renuncia y una vida santa, al reino del pecado" (LG 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las
pasiones es dueño de sí mismo: Se puede llamar rey porque es capaz de gobernar
su propia persona; Es libre e independiente y no se deja cautivar por una
esclavitud culpable (San Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403A).
909
"Los laicos, además, juntando también sus fuerzas, han de sanear las
estructuras y las condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus
costumbres incitan al pecado, todas ellas sean conformes con las normas de la
justicia y favorezcan en vez de impedir la práctica de las virtudes. Obrando
así, impregnarán de valores morales toda la cultura y las realizaciones
humanas" (LG 36).
910
"Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar
con sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y
la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los
carismas que el Señor quiera concederles" (EN 73).
911 En la
Iglesia, "los fieles laicos pueden cooperar a tenor del derecho en el
ejercicio de la potestad de gobierno" ( [link] CIC, can. 129,
2). Así, con su presencia en los Concilios particulares
( [link] can. 443, 4), los Sínodos diocesanos
( [link] can. 463, 1 y 2), los Consejos pastorales
( [link] can. 511; [link] 536); en
el ejercicio de la tarea pastoral de una parroquia ( [link] can.
517, 2); la colaboración en los Consejos de los asuntos económicos
(can. 492, 1; 536); la participación en los tribunales eclesiásticos
( [link] can. 1421, 2), etc.
912 Los fieles han de "aprender a
distinguir cuidadosamente entre los derechos y deberes que tienen como miembros
de la Iglesia y los que les corresponden como miembros de la sociedad humana.
Deben esforzarse en integrarlos en buena armonía, recordando que en cualquier
cuestión temporal han de guiarse por la conciencia cristiana. En efecto,
ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede
sustraerse a la soberanía de Dios" (LG 36).
913
"Así, todo laico, por el simple hecho de haber recibido sus dones, es a la
vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma `según la
medida del don de Cristo'" (LG 33).
III La vida consagrada
914
"El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos evangélicos,
aunque no pertenezca a la estructura de la Iglesia, pertenece, sin embargo, sin
discusión a su vida y a su santidad" (LG 44).
Consejos evangélicos, vida consagrada
915 Los
consejos evangélicos están propuestos en su multiplicid ad a todos los
discípulos de Cristo. La perfección de la caridad a la cual son llamados todos
los fieles implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida
consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino,
la pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado
de vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la "vida
consagrada" a Dios (cf. LG 42-43; PC 1).
916 El
estado de vida consagrada aparece por consiguiente como una de las maneras de
vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en el bautismo
y se dedica totalmente a Dios (cf. PC 5). En la vida consagrada, los fieles de
Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a
Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la
perfección de la caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar en la
Iglesia la gloria del mundo futuro (cf. [link] CIC,
can. 573).
Un gran árbol, múltiples ramas
917
"El resultado ha sido una especie de árbol en el campo de Dios,
maravilloso y lleno de ramas, a partir de una semilla puesta por Dios. Han
crecido, en efecto, diversas formas de vida, solitaria o comunitaria, y
diversas familias religiosas que se desarrollan para el progreso de sus
miembros y para el bien de todo el Cuerpo de Cristo" (LG 43).
918
"Desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que intentaron,
con la práctica de los consejos evangélicos, seguir con mayor libertad a Cristo
e imitarlo con mayor precisión. Cada uno a su manera, vivió entregado a Dios.
Muchos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o fundaron
familias religiosas, que la Iglesia reconoció y aprobó gustosa con su
autoridad" (PC 1).
919 Los
obispos se esforzarán siempre en discernir los nuevos dones de vida consagrada
confiados por el Espíritu Santo a su Iglesia; la aprobación de nuevas formas de
vida consagrada está reservada a la Sede Apostólica (cf. [link] CIC, can. 605).
La vida eremítica
920 Sin profesar siempre públicamente
los tres consejos evangélicos, los ermitaños, "con un apartamiento más
estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la
penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo"
( [link] CIC, can. 603 1).
921 Los
eremitas presentan a los demás ese aspecto interior del misterio de la Iglesia
que es la intimidad personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la
vida del eremita es predicación silenciosa de Aquél a quien ha entregado su
vida, porque El es todo para él. En este caso se trata de un llamamiento
particular a encontrar en el desierto, en el combate espiritual, la gloria del
Crucificado.
Las vírgenes y las viudas consagradas
922 Desde
los tiempos apostólicos, vírgenes (Cf. 1 Co 7, 34-36) y viudas cristianas (Cf.
Vita consecrata, 7) llamadas por el Señor para consagrarse a El enteramente
(cf. 1 Co 7, 34-36) con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu,
han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de
virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos"
(Mt 19, 12).
923
"Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, [las
vírgenes] son consagradas a Dios por el Obispo diocesano según el rito
litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios,
y se entregan al servicio de la Iglesia" ( [link] CIC, can. 604, 1). Por
medio este rito solemne ("Consecratio virginum", "Consagración
de vírgenes"), "la virgen es constituida en persona consagrada"
como "signo transcendente del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen
escatológica de esta Esposa del Cielo y de la vida futura" (Ordo Cons.
Virg., Praenot. 1).
924
"Semejante a otras formas de vida consagrada" ( [link] CIC, can. 604), el orden de las vírgenes sitúa a la mujer que
vive en el mundo (o a la monja) en el ejercicio de la oración, de la
penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostólico, según el
estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una (OCV., Praenot. 2). Las
vírgenes consagradas pueden asociarse para guardar su propósito con mayor
fidelidad ( [link] CIC,
can. 604, 2).
La vida religiosa
925 Nacida en Oriente en los primeros
siglos del cristianismo (cf. UR 15) y vivida en los institutos canónicamente
erigidos por la Iglesia (cf. [link] CIC, can. 573), la vida religiosa se distingue de las
otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, la profesión pública de
los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el testimonio
dado de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. [link] CIC, can. 607).
926 La vida
religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de
su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a
la profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo
y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a
significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el
lenguaje de nuestro tiempo.
927 Todos
los religiosos, exentos o no (cf. [link] CIC, can.
591), se encuentran entre los colaboradores del obispo diocesano en
su misión pastoral (cf. CD 33-35). La implantación y la expansión misionera de
la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas
"desde el período de implantación de la Iglesia" (AG 18, 40). "La historia da testimonio de los
grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la
formación de las nuevas iglesias: desde las antiguas Instituciones monásticas,
las Ordenes medievales y hasta las Congregaciones modernas" (Juan Pablo
II, RM 69).
Los institutos seculares
928 "Un instituto secular es un
instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo,
aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación
del mundo sobre todo desde dentro de él" ( [link] CIC can.
710).
929 Por
medio de una "vida perfectamente y enteramente consagrada a [esta]
santificación" (Pío XII, const. ap. "Provida Mater"), los
miembros de estos institutos participan en la tarea de evangelización de la
Iglesia, "en el mundo y desde el mundo", donde su presencia obra a la
manera de un "fermento" (PC 11). Su "testimonio de vida
cristiana" mira a "ordenar según Dios las realidades temporales y a
penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio". Mediante vínculos sagrados,
asumen los consejos evangélicos y observan entre sí la comunión y la
fraternidad propias de su "modo de vida secular"
( [link] CIC, can. 713, 2).
Las sociedades de vida
apostólica
930 Junto a las diversas formas de vida
consagrada se encuentran "las sociedades de vida apostólica, cuyos
miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de la sociedad
y, llevando vida fraterna en común, según el propio modo de vida, aspiran a la
perfección de la caridad por la observancia de las constituciones. Entre éstas,
existen sociedades cuyos miembros abrazan los consejos evangélicos mediante un
vínculo determinado por las constituciones" ( [link] CIC, can.
731, 1 y 2).
Consagración y misión: anunciar el Rey que viene
931 Aquel
que por el bautismo fue consagrado a Dios, entregándose a él como al sumamente
amado, se consagra, de esta manera, aún más íntimamente al servicio divino y se
entrega al bien de la Iglesia. Mediante el estado de consagración a Dios, la
Iglesia manifiesta a Cristo y muestra cómo el Espíritu Santo obra en ella de
modo admirable. Por tanto, los que profesan los consejos evangélicos tienen
como primera misión vivir su consagración. Pero "ya que por su misma
consagración se dedican al servicio de la Iglesia están obligados a contribuir
de modo especial a la tarea misionera, según el modo propio de su
instituto" ( [link] CIC 783; cf. RM 69).
932 En la
Iglesia que es como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la
vida de Dios, la vida consagrada aparece como un signo particular del misterio
de la Redención. Seguir e imitar a Cristo "desde más cerca",
manifestar "más claramente" su anonadamiento, es encontrarse "más
profundamente" presente, en el corazón de Cristo, con sus contemporáneos. Porque los que siguen este camino
"más estrecho" estimulan con su ejemplo a sus hermanos; les dan este
testimonio admirable de "que sin el espíritu de las bienaventuranzas no se
puede transformar este mundo y ofrecerlo a Dios" (LG 31).
933 Sea
público este testimonio, como en el estado religioso, o más discreto, o incluso
secreto, la venida de Cristo es siempre para todos los consagrados el origen y
la meta de su vida:
El Pueblo de Dios, en efecto, no tiene aquí una ciudad permanente, sino que
busca la futura. Por eso el estado religioso...manifiesta también mucho mejor a
todos los creyentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo. También
da testimonio de la vida nueva y eterna adquirida por la redención de Cristo y
anuncia ya la resurrección futura y la gloria del Reino de los cielos (LG 44).
RESUMEN
934 "Por
institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que
en el derecho se denomi nan clérigos; los demás se llaman laicos". Hay,
por otra parte, fieles que perteneciendo a uno de ambos grupos, por la
profesión de los consejos evangélicos, se consagran a Dios y sirven así a la
misión de la Iglesia ( [link] CIC, can. 207, 1, 2).
935 Para
anunciar su fe y para implantar su Reino, Cristo envía a sus apóstoles y a sus
sucesores. El les da
parte en su misión. De El reciben el poder de obrar en su nombre.
936 El
Señor hizo de San Pedro el fundamento visible de su Iglesia. Le dio las llaves de ella. El obispo de la
Iglesia de Roma, sucesor de San Pedro, es la "cabeza del Colegio de los
Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra"
( [link] CIC, can. 331).
937 El
Papa "goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena,
inmediata y universal para cuidar las almas" (CD 2).
938 Los
obispos, instituidos por el Espíritu Santo, suceden a los apóstoles. "Cada
uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de
unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23).
939 Los
obispos, ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos,
los obispos tienen la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el
culto divino, sobre todo la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como verdaderos
pastores. A su misión pertenece también el cuidado de todas las Iglesias, con y
bajo el Papa.
940 "Siendo
propio del estado de los laicos vivir en medio del mundo y de los negocios
temporales, Dios les llama a que movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su
apostolado en el mundo a manera de fermento" (AA 2).
941 Los
laicos participan en el sacerdocio de Cristo: cada vez más unidos a El,
despliegan la gracia del Bautismo y la de la Confirmación a través de todas las
dimensiones de la vida personal, familiar, social y eclesial y realizan así el
llamamiento a la santidad dirigido a todos los bautizados.
942 Gracias
a su misión profética, los laicos, "están llamados a ser testigos de
Cristo en todas las cosas, también en el interior de la sociedad humana"
(GS 43, 4).
943 Debido
a su misión regia, los laicos tienen el poder de arrancar al pecado su dominio
sobre sí mismos y sobre el mundo por medio de su abnegación y santidad de vida
(cf. LG 36).
944 La
vida consagrada a Dios se caracteriza por la profesión pública de los consejos
evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en un estado de vida
estable reconocido por la Iglesia.
945
Entregado a Dios supremamente amado, aquél a quien el Bautismo ya había
destinado a El, se encuentra en el estado de vida consagrada, más íntimamente
comprometido en el servicio divino y dedicado al bien de toda la Iglesia.
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