V Diversas formas de penitencia en la vida cristiana
1434 La
penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La
Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la
oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión
con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto
a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan,
como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para
reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por
la salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la
práctica de la caridad "que cubre multitud de pecados" (1 P 4,8).
1435 La
conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación,
la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del
derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los
hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia,
la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la
persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es
el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).
1436 Eucaristía
y Penitencia. La conversión y la
penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en
ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por
ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo;
"es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos
preserva de pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la
oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de
culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia
y contribuye al perdón de nuestros pecados.
1438 Los tiempos y los días de penitencia
a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de
la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la
Iglesia (cf SC 109-110; [link] CIC can. 1249-1253; CCEO
880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios
espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de
penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la
comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).
1439 El
proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente
por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es
"el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una
libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el
hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de
verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las
algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el
arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino
del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos
son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el
banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de
alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia,
que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del
amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera
tan llena de simplicidad y de belleza.
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