X Las indulgencias
1471 La
doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente
ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia (Pablo VI, const. ap.
"Indulgentiarum doctrina", normas 1-3).
Qué son las indulgencias
"La indulgencia es la remisión
ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la
culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por
mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención,
distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y
de los santos".
"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal
debida por los pecados en parte o totalmente".
"Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a
manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias"
( [link] CIC, can. 992-994).
Las penas del pecado
1472 Para
entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el
pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la
comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya
privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo
pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que tienen
necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el
estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la
"pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como
una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo
que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una
ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que
no subsistiría ninguna pena (Cc. de Trento: DS 1712-13; 1820).
1473 El
perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la
remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado
permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los
sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose
serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales
del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de
caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a
despojarse completamente del "hombre viejo" y a revestirse del
"hombre nuevo" (cf. Ef 4,24).
En la comunión de los santos
1474 El
cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la
gracia de Dios no se encuentra sólo. "La vida de cada uno de los hijos de
Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida
de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo
místico de Cristo, como en una persona mística" (Pablo VI, Const. Ap.
"Indulgentiarum doctrina", 5).
1475 En la
comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles -tanto
entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio
o los que que peregrinan todavía en la tierra - un constante vínculo de amor y
un abundante intercambio de todos los bienes" (Pablo VI, ibid). En este
intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del
daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la
comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más
eficazmente purificado de las penas del pecado.
1476 Estos
bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro
de la Iglesia, "que no es suma de bienes, como lo son las riquezas
materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor
infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de
Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado
y llegase a la comunión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se
encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención (cf
Hb 7,23-25; 9, 11-28)" (Pablo VI, Const. Ap. "Indulgentiarum
doctrina", ibid).
1477
"Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso,
inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas
obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se
santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una
obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación,
cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo
místico" (Pablo VI, ibid).
Obtener la indulgencia de Dios por medio de la Iglesia
1478 Las
indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y
desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un
cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para
obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales
debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda
de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de
penitencia y de caridad (cf Pablo VI, ibid. 8; Cc. de Trento: DS 1835).
1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de
purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos
ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera
que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.
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