Artículo
1
EL HOMBRE , IMAGEN DE DIOS
1701
“Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su
amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la
grandeza de su vocación” (GS 22, 1). En Cristo, “imagen del Dios invisible”
(Col 1,15; cf 2 Co 4, 4), el hombre ha sido creado “a imagen y semejanza” del
Creador. En Cristo, redentor y salvador, la imagen divina alterada en el hombre
por el primer pecado ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida
con la gracia de Dios.
1702 La
imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de las
personas a semejanza de la unión de las personas divinas entre sí (cf. Capítulo
segundo).
1703.
Dotada de un alma “espiritual e inmortal” (GS 14), la persona humana es la
“única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma”(GS 24, 3).
Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna.”
1704 La
persona humana participa de la luz y la fuerza del Espíritu divino. Por la razón es capaz de comprender el
orden de las cosas establecido por el Creador. Por su voluntad es capaz de
dirigirse por sí misma a su bien verdadero. Encuentra su perfección en la
búsqueda y el amor de la verdad y del bien (cf GS 15, 2).
1705 En virtud de su alma y de sus potencias
espirituales de entendimiento y de voluntad, el hombre está dotado de libertad,
“signo eminente de la imagen divina” (GS 17).
1706 Mediante su razón, el hombre conoce la
voz de Dios que le impulsa “a hacer el bien y a evitar el mal”(GS 16). Todo
hombre debe seguir esta ley que resuena en la conciencia y que se realiza en el
amor de Dios y del prójimo. El ejercicio de la vida moral proclama la dignidad
de la persona humana.
1707 “El hombre, persuadido por el Maligno,
abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia”(GS 13, 1). Sucumbió a
la tentación y cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su
naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha quedado inclinado al mal y
sujeto al error.
De ahí que el hombre esté
dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva,
aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la
luz y las tinieblas. (GS 13, 2)
1708 Por su pasión, Cristo nos libró de Satán
y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia
restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado.
1709 “El
que cree en Cristo es hecho hijo de Dios. Esta adopción filial lo transforma
dándole la posibilidad de seguir el ejemplo de Cristo. Le hace capaz de obrar rectamente y de practicar
el bien. En la unión con su Salvador, el discípulo alcanza la perfección
de la caridad, la santidad. La vida moral, madurada en la gracia, culmina en
vida eterna, en la gloria del cielo.
|