I ‘Adorarás al señor tu Dios, y le servirás’
2084 Dios
se da a conocer recordando su acción todopoderosa, bondadosa y liberadora en la
historia de aquel a quien se dirige: ‘Yo te saqué del país de Egipto, de la
casa de servidumbre’. La primera palabra contiene el primer mandamiento de la
ley: ‘Adorarás al Señor tu Dios y le servirás... no vayáis en pos de otros
dioses’ (Dt 6, 13-14). La primera
llamada y la justa exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja y lo
adore.
2085 El
Dios único y verdadero revela ante todo su gloria a Israel (cf Ex 19, 16-25;
24, 15-18). La revelación de la
vocación y de la verdad del hombre está ligada a la revelación de Dios. El
hombre tiene la vocación de hacer manifiesto a Dios mediante sus obras humanas,
en conformidad con su condición de criatura hecha ‘a imagen y semejanza de
Dios’:
No habrá jamás otro Dios, Trifón,
y no ha habido otro desde los siglos sino el que ha hecho y ordenado el
universo. Nosotros no pensamos que nuestro Dios es distinto del vuestro
Es el mismo que sacó a vuestros padres de Egipto ‘con su mano poderosa y su
brazo extendido’. Nosotros no
ponemos nuestras esperanzas en otro, que no existe, sino en el mismo que
vosotros: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. (S. Justino, dial.
11, 1).
2086 “El
primero de los preceptos abarca la fe, la esperanza y la caridad. En efecto,
quien dice Dios, dice un ser constante, inmutable, siempre el mismo, fiel,
perfectamente justo. De ahí se sigue
que nosotros debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en El una fe y
una confianza completas. El es todopoderoso, clemente, infinitamente
inclinado a hacer el bien. ¿Quién podría no poner en él todas sus esperanzas?
¿Y quién podrá no amarlo contemplando todos los tesoros de bondad y de ternura
que ha derramado en nosotros? De ahí esa fórmula que Dios emplea en la Sagrada
Escritura tanto al comienzo como al final de sus preceptos: ‘Yo soy el Señor’”
(Catec. R. 3, 2, 4).
La fe
2087
Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la ‘obediencia de la
fe’ (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el
‘desconocimiento de Dios’ el principio y la explicación de todas las
desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en
El y dar testimonio de El.
2088 El primer mandamiento nos pide que
alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos
todo lo que se opone a ella. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:
La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por
verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda
involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las
objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la
oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la
ceguera del espíritu.
2089 La incredulidad
es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle
asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de
recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica,
o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la
fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la
comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’
( [link] CIC can. 751).
La esperanza
2090 Cuando
Dios se revela y llama al hombre, éste no puede responder plenamente al amor
divino por sus propias fuerzas. Debe
esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a
los mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la
bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor de
ofender el amor de Dios y de provocar su castigo.
2091 El
primer mandamiento se refiere también a los pecados contra la esperanza, que
son la desesperación y la presunción:
Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación
personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecados. Se opone a
la Bondad de Dios, a su Justicia -porque el Señor es fiel a sus promesas - y a
su Misericordia.
2092 Hay
dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades
(esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la
omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su perdón sin
conversión y la gloria sin mérito).
La caridad
2093 La fe
en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la
caridad divina mediante un amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las
criaturas por El y a causa de El (cf Dt 6, 4-5).
2094 Se
puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia
descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción
preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a
reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es
una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la
negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedía o pereza
espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el
bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al
amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige
penas.
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