I El
nombre del Señor es santo
2142 El
segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. Pertenece,
como el primer mandamiento, a la virtud de la religión y regula más
particularmente el uso de nuestra palabra en las cosas santas.
2143 Entre todas las palabras de la revelación
hay una, singular, que es la revelación de su Nombre. Dios confía su Nombre a
los que creen en El; se revela a ellos en su misterio personal. El don del
Nombre pertenece al orden de la confidencia y la intimidad. ‘El nombre del
Señor es santo’. Por eso el hombre no puede usar mal de él. Lo debe
guardar en la memoria en un silencio de adoración amorosa (cf Za 2, 17). No lo
empleará en sus propias palabras, sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo
(cf Sal 29, 2; 96, 2; 113, 1-2).
2144 “La
deferencia respecto a su Nombre expresa la que es debida al misterio de Dios
mismo y a toda la realidad sagrada que evoca. El sentido de lo sagrado
pertenece a la virtud de la religión:
Los sentimientos de temor y de ‘lo sagrado’ ¿son sentimientos cristianos o
no? Nadie puede dudar razonablemente de ello. Son los sentimientos que
tendríamos, y en un grado intenso, si tuviésemos la visión del Dios soberano. Son los sentimientos que tendríamos si
verificásemos su presencia. En la medida en que creemos que está presente,
debemos tenerlos. No tenerlos es no verificar, no creer que está
presente. (Newman, par. 5, 2).
2145 El
fiel cristiano debe dar testimonio del nombre del Señor confesando su fe sin
ceder al temor (cf Mt 10, 32; 1 Tm 6, 12). La predicación y la catequesis deben
estar penetradas de adoración y de respeto hacia el nombre de Nuestro Señor
Jesucristo.
2146 El
segundo mandamiento prohíbe abusar del nombre de Dios, es decir, todo
uso inconveniente del nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de
todos los santos.
2147 Las promesas
hechas a otro en nombre de Dios comprometen el honor, la fidelidad, la
veracidad y la autoridad divinas. Deben
ser respetadas en justicia. Ser infiel a ellas es abusar del nombre de Dios y,
en cierta manera, hacer de Dios un mentiroso (cf 1 Jn 1, 10).
2148 La blasfemia
se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios -interior o exteriormente - palabras de
odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las
expresiones, en abusar del nombre de Dios. Santiago reprueba a ‘los que
blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos’ (St 2,
7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia
de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al
nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a
servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para
cometer un crimen provoca el rechazo de la religión.
La blasfemia es contraria al respeto debido a Dios y a su santo nombre. Es de suyo un pecado grave (cf
[link] CIC can. 1396).
2149 Las palabras mal sonantes que emplean el
nombre de Dios sin intención de blasfemar son una falta de respeto hacia el
Señor. El segundo mandamiento prohíbe también el uso mágico del
Nombre divino.
El Nombre de Dios es grande allí donde se pronuncia con el respeto debido a
su grandeza y a su Majestad. El nombre de Dios es santo allí donde se le nombra
con veneración y temor de ofenderle (S. Agustín, serm. Dom. 2, 45, 19).
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