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Ioannes Paulus PP. II
III cent. unión Iglesia greco-católica de Rumanía con Igl. de Roma

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  • Importancia de la oración
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Importancia de la oración 

13. Con ocasión del jubileo, la Iglesia se esmera por renovarse a la luz gozosa de Cristo resucitado, invitando a sus hijos a responder a la gracia divina con un serio examen de conciencia y con el esfuerzo de la purificación y la penitencia. Es un largo proceso, que comenzó en el tiempo del concilio Vaticano II, y aún no ha terminado. Hemos redescubierto la raíz santa que desde siempre alimenta a la Iglesia: la palabra de Dios, interpretada factis et verbis por la liturgia, por los Concilios, por los Padres y por los santos. Pero también hemos repetido con fuerza que la fuente principal de la unidad en la Iglesia es la santísima Trinidad (cf. Lumen gentium, 1-8).  

También la Iglesia greco-católica de Rumanía está arraigada en la palabra de Dios, en la enseñanza de los Padres y en la tradición bizantina; pero, además, encuentra su expresión peculiar en la unión  con la Sede apostólica y en el estigma de las persecuciones del siglo XX, así como en la latinidad de su pueblo. Todos estos elementos constituyen la identidad de vuestra Iglesia, cuya raíz última es la santísima Trinidad. Este es el origen primario, el manantial "de agua viva" (Jn 7, 38), al que se ha de remontar continuamente.  

Estoy firmemente convencido de que la vuelta al origen de las tradiciones eclesiales ha de ir acompañada por una constante y ferviente vuelta a la fuente trinitaria. Esto sucederá, sobre todo, gracias a la recuperación de la intimidad profunda de cada uno de nosotros que se expresa en la oración. La oración da fuerza e ilumina el camino del hombre. En el silencio profundo de la oración se puede llegar a reconocer el verdadero perfil de la Iglesia en su identidad auténtica y eterna, y se  puede descubrir también el nombre que sólo Dios conoce y que constituye la identidad más  auténtica de cada cristiano. Por este motivo, el jubileo del año 2000, lo mismo que el tercer  centenario de la unión de vuestra Iglesia con Roma, es un tiempo de oración, a la que Dios mismo nos invita

Que nos ilumine y acompañe la Madre de Dios, toda santa, que es siempre el icono perfecto de la Iglesia y nuestra abogada ante el trono de Dios

Con estos deseos, imparto de corazón al venerado hermano cardenal Alexandru Todea, arzobispo metropolitano emérito de Fagaras y Alba Julia, al actual arzobispo metropolitano, Lucian Muresan, y a los demás hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y todos vosotros, amados fieles de la Iglesia greco-católica de Rumanía, la propiciadora bendición apostólica

Vaticano, 7 de mayo del año 2000, vigésimo segundo de mi pontificado

 




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