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Vida de Nuestro Señor Jesu Cristo

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  • NOCIONES PRELIMINARES
    • 1ro. SOBRE LOS CUATRO EVANGELISTAS.
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NOCIONES PRELIMINARES

1ro. SOBRE LOS CUATRO EVANGELISTAS.

Los Apóstoles, y bajo sus órdenes algunos de los setenta y dos discípulos, inspirados por el Espíritu Santo, el día de la Pentecostés, se diseminaron por todas las comarcas para cumplir la misión que les había confiado Jesucristo. El conjunto de verdades que estaban encargados de anunciar a toda criatura, es lo que se llama Evangelio en toda la acepción de la palabra.

Dos de los Apóstoles, Mateo y Juan, y dos de los setenta y dos discípulos, Marcos y Lucas, en virtud de una orden particular del Espíritu de Dios, escribieron cada uno, en tiempos y lugares diferentes, un relato más o menos sucinto de los hechos divinos que todos tenían misión de publicar de viva voz. Estos cuatro relatos, de una autenticidad eternamente incontestable, forman lo que llamamos los Evangelios.

San Mateo escribió su Evangelio unos ocho años después de la muerte del Salvador, principiando por la genealogía legal de Jesucristo en cuanto hombre; y de ahí proviene que se le da por figura simbólica el ser misterioso que vio San Juan en el Apocalipsis, y que tenía un rostro parecido al de un hombre.

San Marcos escribió unos dos años después, principiando por lo que dice Isaías sobre la voz que clama en el desierto. Se le da por figura simbólica el ser misterioso que tenía la apariencia de un león, porque también el león hace resonar su voz en el desierto.

San Lucas escribió por el año 58 de Jesucristo. Después de un prólogo de dos versículos, comienza su Evangelio por la aparición del ángel Zacarías en el templo de Jerusalén. Se le da por figura simbólica el ser misterioso que se asemejaba a un buey, porque se inmolaban estos animales en el templo.

San Juan escribió su Evangelio unos 65 años después de la muerte de su divino Maestro. Se le da por figura simbólica el ser misterioso que tenía la apariencia de un águila, a causa de esta sublime palabra con que principia su Evangelio: En el principio era el Verbo...

(San Jerónimo)

¿Qué era pues el Evangelista San Juan? ¿Cuál fue su patria y su profesión? ¿Su patria? no la tenía, porque no es tenerla el haber nacido en un lugar pobre y obscuro de aquella miserable provincia de la cual decían: Preguntadlo, y todos os dirán que no salen profetas de la Galilea. Los fieles israelitas tampoco le querían, puesto que preguntaban por burla si podía nunca provenir de Nazareth alguna cosa buena. ¿Su profesión? hijo de un pobre pescador, y pescador él también, tanto que le vemos reducido a remendar sus redes en el momento en que le llama Jesucristo, de donde puede sacarse en conclusión que ignoraba toda clase de ciencias. Además San Lucas no nos deja duda ninguna con respecto a esto, cuando dice en el Libro de los Hechos que no sólo era de la masa del pueblo, sino que era un hombre sin letras... Veamos sin embargo lo que va a enseñarnos ese pescador, nacido en Betsaida en Galilea de un padre indigente, que pasaba su vida a la orilla de los estanques con sus redes y sus peces, ignorante y grosero; sin duda va a hablarnos de la campiña y de los ríos, va a darnos un remedio para hacer abundante la pesca, porque ¿cómo ha de hablar de otra cosa sino de lo poco que sabe? Pero no, nada de eso. Vais a oirle hablar de lo que pasa en el cielo, de cosas que antes que él nadie sospechó nunca. Va a enseñarnos la doctrina más sublime, el mejor modo de vivir, y la más alta filosofía, sacada únicamente de los manantiales y de los tesoros del Espíritu Santo. Escuchadle y me diréis después si es un pescador o hasta un orador, un filósofo, alguno de esos hombres nacidos en los secretos de la sabiduría humana, quien puede hablar, como lo hace ese Evangelista, de la esencia bienaventurada y eterna, de las potencias celestiales que brillan en su séquito, de la inmortalidad o de la vida que no tiene fin, de la naturaleza de los cuerpos destinados a morir, pero reservados para resucitar más adelante, del juicio venidero y del castigo de los réprobos; de la cuenta que tendrá que dar cada uno de sus palabras, de sus acciones y de sus pensamientos: por último, quien puede enseñarnos lo que es el hombre, lo que es el mundo, y en que consiste el vicio y la virtud...

(San Juan Crisóstomo)

Las diferencias en la narración, que parecen poner en oposición a los cuatro Evangelistas entre sí, manifiestan por el contrario su veracidad. Si hubiese en efecto en todos los pormenores una conformidad absoluta, si los lugares, las fechas, las menores circunstancias y hasta las expresiones fuesen enteramente las mismas, nuestros enemigos no dejarían de armarse de esto para suponer que nuestros evangelistas estaban de acuerdo, y dirían que esa rigurosa identidad no es natural; en tanto que esas mismas diferencias, que en último resultado se reducen a poco, rechazan invenciblemente toda sospecha de esa naturaleza, y manifiestan la sinceridad de sus asertos. Supongo que hay algunas diferencias cuando se trata de lugares y tiempos, pero no pueden debilitar la confianza debida a sus relatos, como lo probaré al explicarlos. Lo importante es que en todo aquello esencial para el dogma y la moral, es imposible descubrir la más ligera oposición entre nuestros santos Evangelistas; todos escrupulosamente están contestes en decirnos: que un Dios se hizo hombre; que obró milagros; que fue crucificado y puesto en el sepulcro; que resucitó y subió a los cielos; que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos; que nos ha dejado preceptos de salvación; que en la nueva ley que ha dado al mundo no hay nada contrario a la antigua alianza; que Jesucristo es en verdad Hijo único de Dios, y Dios también, de la misma substancia que su Padre, y otros iguales puntos de doctrina en los que veréis por todas partes la uniformidad más exacta. Es cierto que en la relación de algunos milagros hay ciertas diferencias, y que no todos cuentan los mismos; pero si uno solo lo hubiese dicho todo, era inútil que hubiera habido varios. Si cada uno de ellos hubiese escrito cosas diferentes y que no se encontrasen en los otros, se habría acabado la armonía: por eso hay en sus relatos cosas comunes a todos, y hay otras propias y particulares a cada uno. ¿Y por qué? A fin de que su testimonio recibiese una invencible fuerza del acuerdo que entre ellos reina cuando cuentan los mismos hechos, y del carácter de verdad que se manifiesta en los relatos particulares cuando no en todo se asemejan. Además la concordancia general de los Evangelistas se estableció tanto por el testimonio de todos los pueblos del mundo que han reconocido su verdad, como por las confesiones de sus mismos enemigos; porque después de su publicación se han visto herejías en crecido número, de las cuales unas han tomado todo lo que encierran, interpretándolo a su modo, y otras han suprimido una parte únicamente. Así pues, si hubiese entre ellos contradicciones, los heréticos que las explican de una manera infiel no las habrían recibido enteramente, pues sólo habrían admitido lo que era favorable a sus sentimientos; y aquellos que sólo admiten una parte, no habrían podido ser confundidos por la parte misma que admiten. Si hubiese contradicción entre los cuatro Evangelistas, el Evangelio no habría podido acreditarse, y toda su doctrina hubiera perecido, según esta máxima que en él se encuentra: que todo reino dividido será destruido. Pero lo que demuestra en este punto la fuerza del Espíritu Santo, es que haya habido acuerdo en creer universalmente las grandes verdades, y los puntos de doctrina indispensables para la salvación en él expuestos, sin detenerse en las ligeras diferencias que se encuentran.

(San Juan Crisóstomo)




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