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Ioannes Paulus PP. II Ecclesia in Africa IntraText CT - Texto |
69. La historia de los hombres asume su auténtico sentido en la Encarnación del Verbo de Dios, que es el fundamento de la dignidad humana restaurada. El hombre ha sido redimido por medio de Cristo, « Imagen de Dios invisible, generado antes de toda criatura » (Col 1, 15); más aún, « el Hijo de Dios, con su Encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre ».124 Cómo no exclamar con san León Magno: « ¡Cristiano, toma conciencia de tu dignidad! ».125
Anunciar a Cristo es, pues, revelar al hombre su dignidad inalienable, que Dios ha rescatado mediante la Encarnación de su Hijo único. El Concilio Vaticano II prosigue así: « Al haberse confiado a la Iglesia la manifestación del misterio de Dios, que es el fin último del hombre, ella misma descubre al hombre el sentido de su propia existencia, es decir, la verdad íntima sobre el hombre ».126
Dotado de esta incomparable dignidad, el hombre no puede vivir en condiciones de vida social, económica, cultural y política infrahumanas. Éste es el fundamento teológico de la lucha por la defensa de la dignidad personal, por la justicia y la paz social, por la promoción humana, la liberación y el desarrollo integral del hombre y de todos los hombres. Por ello, considerando esta dignidad, el desarrollo de los pueblos —dentro de cada nación y en las relaciones internacionales— debe realizarse de manera solidaria, como afirmaba del modo más apropiado mi predecesor Pablo VI.127 Precisamente en esta perspectiva podía decir: « El desarrollo es el nuevo nombre de la paz ».128 Se puede, pues, afirmar con razón que « el desarrollo integral supone el respeto de la dignidad humana, la cual sólo puede realizarse en la justicia y la paz ».129
Ser la voz de quienes no tienen voz