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Ioannes Paulus PP. II
Ecclesia in Africa

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73. La primera urgencia es naturalmente la evangelización misma. Por un lado, la Iglesia debe asimilar y vivir cada vez mejor el mensaje que el Señor le ha confiado. Por otro, debe testimoniar y anunciar este mensaje a cuantos todavía no conocen a Jesucristo. En efecto, es para ellos que el Señor dijo a los Apóstoles: « Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes » (Mt 28, 19).

Como en Pentecostés, la predicación del kerigma tiene como finalidad natural llevar a quien escucha a la metanoia y a recibir el Bautismo: « El anuncio de la Palabra de Dios tiende a la conversión cristiana, es decir, a la adhesión plena y sincera a Cristo y a su Evangelio mediante la fe ».138 La conversión a Cristo, además, « está relacionada con el bautismo, no sólo por la praxis de la Iglesia, sino por voluntad del mismo Cristo, que envió a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas (cf. Mt 28, 19); está relacionada también por la exigencia intrínseca de recibir la plenitud de la nueva vida en él: « En verdad, en verdad te digo: enseña Jesús a Nicodemoel que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios » (Jn 3, 5). En efecto, el bautismo nos regenera a la vida de los hijos de Dios, nos une a Jesucristo y nos unge en el Espíritu Santo: no es un mero sello de la conversión, como un signo exterior que la demuestra y la certifica, sino que es un sacramento que significa y lleva a cabo este nuevo nacimiento por el Espíritu; instaura vínculos reales e inseparables con la Trinidad; hace miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia ».139 Por lo tanto, un itinerario de conversión que no llegase al bautismo se quedaría a mitad de camino.

En verdad, los hombres de buena voluntad que, sin ninguna culpa por su parte, no reciben el anuncio evangélico, pero viven en armonía con su conciencia según la ley de Dios, serán salvados por Cristo y en Cristo. De hecho, para todo ser humano existe siempre en acto la llamada de Dios, que espera ser reconocida y acogida (cf. 1 Tim 2, 4). Precisamente para facilitar este reconocimiento y esta acogida, a los discípulos de Cristo se les pide que no descansen hasta que el gozoso mensaje de la salvación no sea llevado a todos.

 

Urgencia de la evangelización




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