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Ioannes Paulus PP. II Ecclesia in Africa IntraText CT - Texto |
28. La liturgia del domingo VI de Pascua de 1994, durante la solemne celebración eucarística para la conclusión de la sesión de trabajo de la Asamblea especial, me ofreció la ocasión de reflexionar sobre el designio salvífico de Dios respecto a África. Una de las lecturas bíblicas, tomada de los Hechos de los Apóstoles, evocaba un acontecimiento que puede ser considerado como el primer paso en la misión de la Iglesia hacia los paganos: la narración de la visita de Pedro, bajo el impulso del Espíritu Santo, a la casa de un pagano, el centurión Cornelio. Hasta ese momento el Evangelio había sido proclamado sobre todo entre los hebreos. Después de haber dudado no poco, Pedro, iluminado por el Espíritu, decidió ir a la casa de un pagano. Cuando llegó, tuvo la grata sorpresa de ver que el centurión esperaba a Cristo y el Bautismo. El libro de los Hechos de los Apóstoles refiere: « Los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios » (10, 45-46).
En casa de Cornelio, en cierto sentido, se reprodujo el milagro de Pentecostés. Pedro dijo entonces: « Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato... Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros? » (Hch 10, 34-35.47).
Así comenzó la misión de la Iglesia ad gentes, cuyo principal heraldo sería Pablo de Tarso. Los primeros misioneros que llegaron al corazón de África se maravillaron, del mismo modo que los cristianos de los tiempos apostólicos, ante la efusión del Espíritu Santo.