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Ioannes Paulus PP. II
Catechesi Tradendae

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Encarnación del mensaje en las culturas

53. Abordo ahora una segunda cuestión. Como decía recientemente a los miembros de la Comisión bíblica, «el término "aculturación" o "inculturación", además de ser un hermoso neologismo, expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de la Encarnación».(94) De la catequesis como de la evangelización en general, podemos decir que está llamada a llevar la fuerza del evangelio al corazón de la cultura y de las culturas. Para ello, la catequesis procurará conocer estas culturas y sus componentes esenciales; aprenderá sus expresiones más significativas, respetará sus valores y riquezas propias. Sólo así se podrá proponer a tales culturas el conocimiento del misterio oculto(95) y ayudarles a hacer surgir de su propia tradición viva expresiones originales de vida, de celebración y de pensamiento cristianos. Se recordará a menudo dos cosas:

En ese caso ocurría sencillamente lo que san Pablo llama, con una expresión muy fuerte, «reducir a nada la cruz de Cristo».(96)

Otra cosa sería tomar como punto de arranque, con prudencia y discernimiento, elementosreligiosos o de otra índole— que forman parte del patrimonio cultural de un grupo humano para ayudar a las personas a entender mejor la integridad del misterio cristiano. Los catequistas auténticos saben que la catequesis «se encarna» en las diferentes culturas y ambientes: baste pensar en la diversidad tan grande de los pueblos, en los jóvenes de nuestro tiempo, en las circunstancias variadísimas en que hoy día se encuentran las gentes; pero no aceptan que la catequesis se empobrezca por abdicación o reducción de su mensaje, por adaptaciones, aun de lenguaje, que comprometan el «buen depósito» de la fe,(97) o por concesiones en materia de fe o de moral; están convencidos de que la verdadera catequesis acaba por enriquecer a esas culturas, ayudándolas a superar los puntos deficientes o incluso inhumanos que hay en ellas y comunicando a sus valores legítimos la plenitud de Cristo.(98)




94. AAS 71 (1979), p. 607.



95. Cf. Rom 16, 25; Ef 3, 5.



96. Cf. 1 Co 1, 17.



97. Cf. 2 Tim 1, 14.



98. Cf. Jn 1, 16; Ef 1, 10.






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