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Ioannes Paulus PP. II Catechesi Tradendae IntraText CT - Texto |
61. En este contexto, me parece importante que se comprenda bien la correlación existente entre catequesis y teología.
Esta correlación es evidentemente profunda y vital para quien comprende la misión irreemplazable de la teología al servicio de la fe. Nada tiene de extraño que toda conmoción en el campo de la teología provoque repercusiones igualmente en el terreno de la catequesis. Ahora bien, en este inmediato post-concilio, la Iglesia vive un momento importante pero arriesgado de investigación teológica. Y lo mismo habría que decir de la hermenéutica en exégesis.
Padres Sinodales provenientes de todos los continentes han abordado la cuestión con un lenguaje muy neto: han hablado de un «equilibrio inestable» que amenaza con pasar de la teología a la catequesis, y han señalado la necesidad de atajar este mal. El Papa Pablo VI había abordado personalmente el problema, con términos no menos netos, en la introducción a su solemne Profesión de Fe(108) y en la Exhortación Apostólica que conmemoró el V aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.(109)
Conviene insistir nuevamente en este punto. Conscientes de la influencia que sus investigaciones y afirmaciones ejercen en la enseñanza catequética, los teólogos y los exegetas tienen el deber de estar muy atentos para no hacer pasar por verdades ciertas lo que, por el contrario, pertenece al ámbito de las cuestiones opinables o discutidas entre expertos. Los catequistas tendrán a su vez el buen criterio de recoger en el campo de la investigación teológica lo que pueda iluminar su propia reflexión y su enseñanza, acudiendo como los teólogos a las verdaderas fuentes, a la luz del Magisterio. Se abstendrán de turbar el espíritu de los niños y de los jóvenes, en esa etapa de su catequesis, con teorías extrañas, problemas fútiles o discusiones estériles, muchas veces fustigadas por san Pablo en sus cartas pastorales.(110)
El don más precioso que la Iglesia puede ofrecer al mundo de hoy, desorientado e inquieto, es el formar unos cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe. La catequesis les enseñará esto y desde el principio sacará su provecho: «El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo —no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes— debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo».(111)