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Ioannes Paulus PP. II
Catechesi Tradendae

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Elementos a no olvidar

29. El mismo Sumo Pontífice ha recordado, en el capítulo tercero de su Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, «el contenido esencial, la substancia viva» de la evangelización.(60) Es necesario para la catequesis misma tener presente cada uno de los elementos y la síntesis viva en que ellos han sido integrados.(61)

Me contentaré por consiguiente con ofrecer aquí alguna simple alusión.(62) Todos ven, por ejemplo, la importancia de hacer entender al niño, al adolescente, al que progresa en la fe, «lo que puede conocerse de Dios»;(63) de poderles decir, en cierto sentido: «Lo que sin conocer veneráis, eso es lo que yo os anuncio»;(64) de exponerles brevemente(65) el misterio del Verbo de Dios hecho hombre y que realiza la salvación del hombre por su Pascua, es decir, a través de su muerte y su resurrección, pero también con su predicación, con los signos que realiza, con los sacramentos de su presencia permanente en medio de nosotros. Los Padres del Sínodo estuvieron bien inspirados cuando pidieron que se evite reducir a Cristo a su sola humanidad y su mensaje a una dimensión meramente terrestre, y que se le reconociera más bien como el Hijo de Dios, el mediador que nos da libre acceso al Padre en el Espíritu.(66)

¡Cuán importante es exponer a la inteligencia y al corazón, a la luz de la fe, ese sacramento de su presencia que es el Misterio de la Iglesia, asamblea de hombres pecadores, pero, al mismo tiempo, santificados y que constituyen la familia de Dios reunida por el Señor bajo la dirección de aquellos a quienes «el Espíritu Santo... constituyó vigilantes para apacentar la Iglesia de Dios»!(67)

Es importante explicar que la historia de los hombres, con sus aspectos de gracia y de pecado, de grandeza y de miseria, es asumida por Dios en su Hijo Jesucristo y «ofrece ya algún bosquejo del siglo futuro».(68) Es importante, finalmente, revelar sin ambages las exigencias, hechas de renuncia mas también de gozo, de lo que el Apóstol Pablo gustaba llamar «vida nueva»,(69) «creación nueva»,(70) ser o existir en Cristo,(71) «vida eterna en Cristo Jesús»,(72) y que no es más que la vida en el mundo, pero una vidá según las bienaventuranzas y destinada a prolongarse y a transfigurarse en el más allá.

De ahí la importancia que tienen en la catequesis las exigencias morales personales correspondientes al Evangelio y las actitudes cristianas ante la vida y ante el mundo, ya sean heroicas, ya las más sencillas: nosotros las llamamos virtudes cristianas o virtudes evangélicas. De ahí también el cuidado que tendrá la catequesis de no omitir, sino iluminar como es debido, en su esfuerzo de educación en la fe, realidades como la acción del hombre por su liberación integral,(73) la búsqueda de una sociedad más solidaria y fraterna, las luchas por la justicia y la construcción de la paz.

Por lo demás no se ha de creer que esta dimensión de la catequesis es absolutamente nueva. Ya en la época patrística, san Ambrosio y san Juan Crisóstomo, por no mencionar a otros, destacaron las consecuencias sociales de las exigencias evangélicas y, más cerca de nosotros, el catecismo de san Pío X citaba explícitamente, entre los pecados que claman venganza ante Dios, el hecho de oprimir a los pobres, así como el defraudar a los trabajadores en su justo salario.(74) Especialmente desde la Rerum novarum, la preocupación social está activarnente presente en la enseñanza catequética de los papas y de los obispos. Muchos Padres del Sínodo han pedido con legítima insistencia que el rico patrimonio de la enseñanza social de la Iglesia encuentre su puesto, bajo formas apropiadas, en la formación catequética común de los fieles.




60. N. 25: AAS 68 (1976), p. 23.



61. Ibid., principalmente nn. 26-39: l. c., pp. 23-25; los «elementos principales del mensaje cristiano» están expuestos de manera más sistemática todavía en el Directorium Catechisticum Generale, nn. 47-69 (AAS 64 [1972], pp. 125-141) en el cual se encuentra también la norma del contenido doctrinal esencial de la catequesis.



62. Se podrá consultar también el capítulo del Directorium Catechisticum Generale sobre este punto, nn. 37-46 (l.c., pp. 120-125).



63. Rom 1, 19.



64. Act 17, 23



65. Cf. Ef 3, 3.



66. Cf. Ef 2, 18



67. Act 20, 28.



68. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, n. 39: AAS 58 (1966), pp. 1056 s.



69. Rom 6, 4.



70. 2 Co 5, 17.



71. Cf. ibid.



72. Rom 6, 23.



73. Cf. Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, nn. 30-38: AAS 68 (1976), pp. 25-30.



74. Cf. Catecismo mayor, V parte, cap. 6, nn. 965-966.






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