LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA
EDUCACIÓN PERMANENTE DE LA FE
La educación permanente de la
fe en la comunidad cristiana
69.
La educación permanente de la fe
es posterior a su educación básica y la supone. Ambas actualizan
dos funciones del ministerio de la Palabra, distintas y complementarias, al
servicio del proceso permanente de conversión.
La catequesis de iniciación pone las
bases de la vida cristiana en los seguidores de Jesús. El proceso
permanente de conversión va más allá de lo que proporciona
la catequesis de base o fundante. Para favorecer tal proceso, se necesita una
comunidad cristiana que acoja a los iniciados para sostenerlos y formarlos en
la fe. « La catequesis corre el riesgo de esterilizarse si una comunidad de fe
y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su
catequesis ». (210) El acompañamiento que ejerce la comunidad en
favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en
la comunidad.
70.
En la comunidad cristiana, los
discípulos de Jesucristo se alimentan en una doble mesa: « la de la
Palabra de Dios y la del Cuerpo de Cristo ». (211) El Evangelio y la
Eucaristía son su constante alimento en el peregrinar hacia la casa del
Padre. La acción del Espíritu Santo hace que el don de la «
comunión » y el compromiso de la « misión » se ahonden y se vivan
de manera cada vez más profunda.
La educación permanente de la fe se
dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en su camino
hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana como tal, para
que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno,
cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera. El deseo y la
oración de Jesús ante el Padre son una llamada incesante: « Que
todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos
también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has
enviado ». (212) Acercarse paulatinamente a este ideal requiere, en la
comunidad, una fidelidad grande a la acción del Espíritu Santo,
un constante alimentarse del Cuerpo y de la Sangre del Señor y una
permanente educación de la fe, en la escucha de la Palabra.
En esta mesa de la Palabra de Dios, la homilía
tiene un lugar privilegiado, ya que « vuelve a recorrer el itinerario de fe
propuesto por la catequesis y lo conduce a su perfeccionamiento natural; al
mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor a emprender cada
día su itinerario espiritual en la verdad, la adoración y la
acción de gracias ». (213)
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