Tareas fundamentales de la catequesis:
ayudar a conocer, celebrar, vivir y contemplar el misterio de Cristo
85. Las tareas fundamentales
de la catequesis son:
– Propiciar el conocimiento de la fe
El que se ha encontrado con Cristo desea
conocerle lo más posible y conocer el designio del Padre que él
reveló. El conocimiento de los contenidos de la fe (fides quae)
viene pedido por la adhesión a la fe (fides qua). (252)
Ya en el orden humano, el amor a una persona lleva a conocerla cada vez
más. La catequesis debe conducir, por tanto, a « la comprensión
paulatina de toda la verdad del designio divino », (253) introduciendo
a los discípulos de Jesucristo en el conocimiento de la Tradición
y de la Escritura, que es la « ciencia eminente de Cristo » (Flp 3,8).
(254) Este profundizar en el conocimiento de la fe ilumina cristianamente
la existencia humana, alimenta la vida de fe y capacita también para dar
razón de ella en el mundo. La «entrega del Símbolo »,
compendio de la Escritura y de la fe de la Iglesia, expresa la
realización de esta tarea.
– La educación litúrgica
En efecto, « Cristo está siempre
presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica ».
(255) La comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia
salvífica en los sacramentos y, particularmente, en la Eucaristía.
LaIglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles cristianos a
aquella participación plena, consciente y activa que exige la naturaleza
de la liturgia misma y la dignidad de su sacerdocio bautismal. (256)
Para ello, la catequesis, además de propiciar el conocimiento del
significado de la liturgia y de los sacramentos, ha de educar a los
discípulos de Jesucristo « para la oración, la acción de
gracias, la penitencia, la plegaria confiada, el sentido comunitario, la
captación recta del significado de los símbolos... »; (257)
ya que todo ello es necesario para que exista una verdadera vida
litúrgica.
– La formación moral
La conversión a Jesucristo implica
caminar en su seguimiento. La catequesis debe, por tanto, inculcar en los
discípulos las actitudes propias del Maestro. Los discípulos emprenden, así, un
camino de transformación interior en el que, participando del misterio
pascual del Señor, « pasan del hombre viejo al hombre nuevo en Cristo ».
(258) El sermón del Monte, en el que Jesús, asumiendo el
decálogo, le imprime el espíritu de las bienaventuranzas,
(259) es una referencia indispensable en esta formación moral,
hoy tan necesaria. La evangelización, « que comporta el anuncio y la
propuesta moral », (260) difunde toda su fuerza interpeladora cuando,
junto a la palabra anunciada, sabe ofrecer también la palabra vivida.
Este testimonio moral, al que prepara la catequesis, ha de saber mostrar las
consecuencias sociales de las exigencias evangélicas. (261)
– Enseñar
a orar
La comunión con Jesucristo lleva a
los discípulos a asumir el carácter orante y contemplativo que
tuvo el Maestro. Aprender a orar con Jesús es orar con los mismos
sentimientos con que se dirigía al Padre: adoración, alabanza,
acción de gracias, confianza filial, súplica, admiración
por su gloria. Estos sentimientos quedan reflejados en el Padre Nuestro, la
oración que Jesús enseñó a sus discípulos y
que es modelo de toda oración cristiana. La «entrega del Padre
Nuestro », (262) resumen de todo el Evangelio, (263) es,
por ello, verdadera expresión de la realización de esta tarea.
Cuando la catequesis está penetrada por un clima de oración, el
aprendizaje de la vida cristiana cobra toda su profundidad. Este clima se hace
particularmente necesario cuando los catecúmenos y los catequizandos se
enfrentan a los aspectos más exigentes del Evangelio y se sienten
débiles, o cuando descubren —maravillados— la acción de Dios en
sus vidas.
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