Otras tareas relevantes de la catequesis:
iniciación y educación para la vida comunitaria y para la
misión
86.
La catequesis capacita al cristiano para
vivir en comunidad y para participar activamente en la vida y misión de
la Iglesia. El Concilio Vaticano II señala a los pastores la necesidad
de « cultivar debidamente el espíritu de comunidad » (264) y a
los catecúmenos la de « aprender a cooperar eficazmente en la
evangelización y edificación de la Iglesia ». (265)
– La educación para la vida
comunitaria
a) La vida cristiana en comunidad no se improvisa y hay que educarla con
cuidado. Para este aprendizaje, la enseñanza de Jesús sobre la
vida comunitaria, recogida en el evangelio de Mateo, reclama algunas actitudes
que la catequesis deberá fomentar: el espíritu de sencillez y
humildad (« si no os hacéis como niños... » [Mt 18,3]); la
solicitud por los más pequeños (« el que escandalice a uno de
estos pequeños... » [Mt 18,16]); la atención preferente a
los que se han alejado (« ir en busca de la oveja perdida... » [Mt 18,12]);
la corrección fraterna (« amonéstale a solas tú con
él... » [Mt 18,15]); la oración en común (« si dos
se ponen de acuerdo para pedir algo... » [Mt 18,19]); el perdón
mutuo (« hasta setenta veces siete... » [Mt 18,22]). El amor fraterno
aglutina todas estas actitudes (« amaos unos a otros como yo os he amado » [Jn
13,34]).
b) En la educación de este sentido comunitario, la catequesis
cuidará también la dimensión ecuménica y
estimulará actitudes fraternales hacia los miembros de otras iglesias y
comunidades eclesiales. Por ello, la catequesis, al proponerse esta meta,
expondrá con claridad toda la doctrina de la Iglesia católica,
evitando expresiones o exposiciones que puedan inducir a error.
Favorecerá, además, « un adecuado conocimiento de las otras
confesiones », (266) con las que existen bienes comunes como: « la
Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la
caridad, y otros dones interiores del Espíritu Santo ». (267) La
catequesis tendrá una dimensión ecuménica en la medida en
que sepa suscitar y alimentar el « verdadero deseo de unidad », (268)
hecho no en orden a un fácil irenismo, sino a la unidad perfecta, cuando
el Señor lo disponga y por las vías que El quiera.
– La iniciación a la misión
a) La catequesis está abierta, igualmente, al dinamismo misionero.
(269) Se trata de capacitar a los discípulos de Jesucristo para
estar presentes, en cuanto cristianos, en la sociedad, en la vida profesional,
cultural y social. Se les preparará, igualmente, para cooperar en los
diferentes servicios eclesiales, según la vocación de cada uno.
Este compromiso evangelizador brota, para los fieles laicos, de los sacramentos
de la iniciación cristiana y del carácter secular de su
vocación. (270) También es importante poner todos los
medios para suscitar vocaciones sacerdotales y de especial consagración
a Dios en las diferentes formas de vida religiosa y apostólica, y para
suscitar en el corazón de cada uno la específica vocación misionera.
Las actitudes evangélicas que
Jesús sugirió a sus discípulos, cuando les inició
en la misión, son las que la catequesis debe alimentar: buscar la oveja
perdida; anunciar y sanar al mismo tiempo; presentarse pobres, sin oro ni
alforja; saber asumir el rechazo y la persecución; poner la confianza en
el Padre y en el apoyo del Espíritu Santo; no esperar otro premio que la
dicha de trabajar por el Reino. (271)
b) En la educación de este sentido misionero, la catequesis
preparará para el diálogo interreligioso, que capacite a los
fieles para una comunicación fecunda con hombres y mujeres de otras
religiones. (272) La catequesis hará ver cómo el
vínculo de la Iglesia con las religiones no cristianas es, en primer
lugar, el del origen común y el del fin común del género
humano, así como el de las múltiples « semillas de la Palabra »
que Dios ha depositado en esas religiones. La catequesis ayudará
también a saber conciliar y, al mismo tiempo, distinguir el « anuncio de
Cristo » y el « diálogo interreligioso ». Ambos elementos, manteniendo
su íntima relación, no deben ser confundidos ni ser considerados
equivalentes. (273) En efecto, « el diálogo intereligoso no
dispensa de la evangelización ». (274)
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