Algunas consideraciones sobre el conjunto
de estas tareas
87. Las tareas de la
catequesis constituyen, en consecuencia, un conjunto rico y variado de
aspectos. Sobre este conjunto conviene hacer varias consideraciones:
– Todas
las tareas son necesarias. Así
como para la vitalidad de un organismo humano es necesario que funcionen todos
sus órganos, para la maduración de la vida cristiana hay que
cultivar todas sus dimensiones: el conocimiento de la fe, la vida
litúrgica, la formación moral, la oración, la pertenencia
comunitaria, el espíritu misionero. Si la catequesis descuidara alguna
de ellas, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento.
– Cada una de estas tareas realiza, a su
modo, la finalidad de la catequesis. La formación moral, por ejemplo, es
esencialmente cristológica y trinitaria, llena de sentido eclesial y
abierta a su dimensión social. Lo mismo ocurre con la educación
litúrgica, esencialmente religiosa y eclesial, pero también muy
exigente en su compromiso evangelizador en favor del mundo.
– Las tareas se implican mutuamente y se
desarrollan conjuntamente. Cada gran tema catequético, por ejemplo la
catequesis sobre Dios Padre, tiene una dimensión cognoscitiva e
implicaciones morales, se interioriza en la oración y se asume en el
testimonio. Una tarea llama a la otra: el conocimiento de la fe capacita para
la misión; la vida sacramental da fuerzas para la transformación
moral.
– Para realizar sus tareas, la catequesis se
vale de dos grandes medios: la transmisión del mensaje evangélico
y la experiencia de la vida cristiana. (275) La educación
litúrgica, por ejemplo, necesita explicar qué es la liturgia
cristiana y qué son los sacramentos, pero también debe hacer
experimentar los diferentes tipos de celebración, descubrir y hacer amar
los símbolos, el sentido de los gestos corporales, etc... La
formación moral no sólo transmite el contenido de la moral
cristiana, sino que cultiva activamente las actitudes evangélicas y los
valores cristianos.
– Las diferentes dimensiones de la fe son
objeto de educación tanto en su aspecto de « don » como en su aspecto de
« compromiso ». El conocimiento de la fe, la vida litúrgica, el
seguimiento de Cristo son, cada uno de ellos, un don del Espíritu que se
acoge en la oración y, al mismo tiempo, un compromiso de estudio,
espiritual, moral, testimonial. Ambas facetas deben ser cultivadas. (276)
– Cada dimensión de la fe, como la fe
en su conjunto, debe ser enraizada en la experiencia humana, sin que permanezca
en la persona como un añadido o un aparte. El conocimiento de la fe es
significativo, ilumina toda la existencia y dialoga con la cultura; en la
liturgia, toda la vida personal es ofrenda espiritual; la moral
evangélica asume y eleva los valores humanos; la oración
está abierta a todos los problemas personales y sociales. (277)
Como indicaba el Directorio de 1971, «
interesa en gran manera que la catequesis conserve esta riqueza de aspectos
diversos, con tal de que un aspecto no se separe de los demás, con
detrimento de ellos ». (278)
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