El cristocentrismo trinitario del mensaje
evangélico
99.
La Palabra de Dios, encarnada en
Jesús de Nazaret, Hijo de María Virgen, es la Palabra del Padre,
que habla al mundo por medio de su Espíritu. Jesús remite
constantemente al Padre, del que se sabe Hijo Único, y al
Espíritu Santo, por el que se sabe Ungido. El es el « camino » que
introduce en el misterio íntimo de Dios. (318)
El cristocentrismo de la catequesis, en
virtud de su propia dinámica interna, conduce a la confesión de
la fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un cristocentrismo
esencialmente trinitario. Los cristianos, en el Bautismo, quedan configurados
con Cristo, « Uno de la Trinidad », (319) y esta configuración
sitúa a los bautizados, « hijos en el Hijo », en comunión con el
Padre y con el Espíritu Santo. Por eso su fe es radicalmente trinitaria.
« El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y
de la vida cristiana ». (320)
100.
El cristocentrismo trinitario del
mensaje evangélico impulsa a la catequesis a cuidar, entre otros, los
siguientes aspectos:
– La estructura interna de la catequesis, en
cualquier modalidad de presentación, será siempre cristocéntrico-trinitaria:
« Por Cristo al Padre en el Espíritu ». (321) Una catequesis que
omitiese una de estas dimensiones o desconociese su orgánica
unión, correría el riesgo de traicionar la originalidad del
mensaje cristiano. (322)
– Siguiendo la misma pedagogía de
Jesús, en su revelación del Padre, de sí mismo como Hijo y
del Espíritu Santo, la catequesis mostrará la vida íntima
de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad.
(323) Las obras de Dios revelan quién es Él en sí
mismo y, a la vez, el misterio de su ser íntimo ilumina la inteligencia
de todas sus obras. Sucede así, analógicamente, en las relaciones
humanas: las personas se revelan en su obrar y, a medida que las conocemos
mejor, comprendemos mejor su conducta. (324)
– La presentación del ser
íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia y trino en
personas, mostrará las implicaciones vitales para la vida de los seres
humanos. Confesar a un Dios único significa que « el hombre no debe
someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal
». (325) Significa, también, que la humanidad, creada a imagen
de un Dios que es « comunión de personas », está llamada a ser
una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en
dignidad personal. Las implicaciones humanas y sociales de la concepción
cristiana de Dios son inmensas. (326) La Iglesia, al profesar su fe en
la Trinidad y anunciarla al mundo, se comprende a sí misma como « una
muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo ». (327)
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