Un mensaje de liberación
103.
La Buena Nueva del Reino de Dios, que
anuncia la salvación, incluye un mensaje de liberación.
(341) Al anunciar este Reino, Jesús se dirigía de una
manera muy particular a los pobres: « Dichosos los pobres, porque vuestro es el
Reino de Dios. Dichosos los que tenéis hambre ahora, porque
seréis saciados. Dichosos los que lloráis ahora, porque
reiréis » (Lc 6,20-21). Estas bienaventuranzas de Jesús,
dirigidas a los que sufren, son un anuncio escatológico de la
salvación que el Reino trae consigo. Ellas apuntan a esa experiencia tan
lacerante a la que el Evangelio es tan sensible: la pobreza, el hambre y el
sufrimiento de la humanidad.
La comunidad de los discípulos de
Jesús, la Iglesia, participa hoy de la misma sensibilidad que tuvo su
Maestro. Con profundo dolor se fija en esos « pueblos empeñados con
todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello
que les condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades
crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones
internacionales, ... situaciones de neocolonialismo económico y cultural
». (342) Todas las formas de pobreza, « no sólo económica
sino también cultural y religiosa », (343) preocupan a la
Iglesia.
Como dimensión importante de su
misión, la Iglesia « tiene el deber de anunciar la liberación de
millones de seres humanos entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de
ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de
hacer que sea total ». (344)
104.
Para preparar a los cristianos a esta
tarea, la catequesis cuidará, entre otros, los siguientes aspectos:
– Situará el mensaje de
liberación en la perspectiva de « la finalidad específicamente
religiosa de la evangelización », (345) ya que ésta
perdería su razón de ser « si se desviara del eje religioso que
la dirige: ante todo el Reino de Dios, en su sentido plenamente
teológico ». (346) Por eso, el mensaje de la liberación «
no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica,
política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en
todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios ».
(347)
– La catequesis, en la tarea de la
educación moral, presentará la moral social cristiana como una
exigencia y una consecuencia de « la liberación radical obrada por
Cristo ». (348) Esta es, en efecto, la Buena Nueva que los cristianos
profesan, con el corazón lleno de esperanza: Cristo ha liberado al mundo
y continúa liberándolo. Aquí se genera la praxis cristiana,
que es el cumplimiento del gran mandamiento del amor.
– Igualmente, en la tarea de la
iniciación a la misión, la catequesis suscitará en los
catecúmenos y en los catequizandos « la opción preferencial por
los pobres » (349) que, « lejos de ser un signo de particularismo o de
sectarismo, manifiesta la universalidad del ser y de la misión de la
Iglesia. Dicha opción no es exclusiva », (350) sino que lleva
consigo « el compromiso por la justicia según la función,
vocación y circunstancias de cada uno ». (351)
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