La eclesialidad del mensaje
evangélico
105.
La naturaleza eclesial de la catequesis
confiere al mensaje evangélico que transmite un intrínseco
carácter eclesial. La catequesis tiene su origen en la confesión
de fe de la Iglesia y conduce a la confesión de fe del catecúmeno
y del catequizando. La primera palabra oficial que la Iglesia dirige al
bautizando adulto, después de interesarse por su nombre, es preguntarle:
« 'Qué pides a la Iglesia de Dios? ». « La fe », es la respuesta del
candidato. (352) El catecúmeno sabe, en efecto, que el Evangelio
que ha descubierto y desea conocer, está vivo en el corazón de
los creyentes. La catequesis no es otra cosa que el proceso de
transmisión del Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha
recibido, lo comprende, lo celebra, lo vive y lo comunica de múltiples
formas.
Por eso, cuando la catequesis transmite el
misterio de Cristo, en su mensaje resuena la fe de todo el Pueblo de Dios a lo
largo de la historia: la de los apóstoles, que la recibieron del mismo
Cristo y de la acción del Espíritu Santo; la de los
mártires, que la confesaron y la confiesan con su sangre; la de los
santos, que la vivieron y viven en profundidad; la de los Padres y doctores de
la Iglesia, que la enseñaron luminosamente; la de los misioneros, que la
anuncian sin cesar; la de los teólogos, que ayudan a comprenderla mejor;
la de los pastores, en fin, que la custodian con celo y amor y la
enseñan e interpretan auténticamente. En verdad, en la catequesis
está presente la fe de todos los que creen y se dejan conducir por el
Espíritu Santo.
106.
Esta fe, transmitida por la comunidad
eclesial, es una sola. Aunque los discípulos de Jesucristo forman una
comunidad dispersa por todo el mundo y aunque la catequesis transmite la fe en
lenguajes culturales muy diferentes, el Evangelio que se entrega es sólo
uno, la confesión de fe es única y uno sólo el Bautismo: «
un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de
todos » (Ef 4,5).
La catequesis es, así, en la Iglesia,
el servicio que introduce a los catecúmenos y catequizandos en la unidad
de la confesión de fe. (353) Por su propia naturaleza alimenta el
vínculo de la unidad, (354) creando la conciencia de pertenecer
a una gran comunidad que ni el espacio ni el tiempo pueden limitar: « Desde el
justo Abel hasta el último elegido; hasta los extremos de la tierra;
hasta la consumación del mundo ». (355)
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