Función del catequista
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156.
Ningún método, por
experimentado que sea, exime al catequista del trabajo personal en ninguna de
las fases del proceso de la catequesis.
El carisma recibido del Espíritu, una
sólida espiritualidad, y un testimonio transparente de vida cristiana en
el catequista constituyen el alma de todo método; y sus cualidades
humanas y cristianas son indispensables para garantizar el uso correcto de los
textos y de otros instrumentos de trabajo.
El catequista es intrínsecamente un
mediador que facilita la comunicación entre las personas y el misterio
de Dios, así como la de los hombres entre sí y con la comunidad.
Por ello ha de esforzarse para que su formación cultural, su
condición social y su estilo de vida no sean obstáculo al camino
de la fe, aún más, ha de ser capaz de crear condiciones
favorables para que el mensaje cristiano sea buscado, acogido y profundizado.
El catequista no debe olvidar que la
adhesión de fe de los catequizandos es fruto de la gracia y de la
libertad, y por eso procura que su actividad catequética esté
siempre sostenida por la fe en el Espíritu Santo y por la
oración.
Finalmente, tiene una importancia esencial
la relación personal del catequista con el catecúmeno y el
catequizando. Esa relación se nutre de ardor educativo, de aguda creatividad,
de adaptación, así como de respeto máximo a la libertad y
a la maduración de las personas.
Gracias a una labor de sabio
acompañamiento, el catequista realiza un servicio de los más
valiosos a la catequesis: ayudar a los catequizandos a discernir la vocación
a la que Dios los llama.
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