Criterios inspiradores de la
formación de los catequistas
237.
Para concebir de manera adecuada la
formación de los catequistas hay que tener en cuenta, previamente, una
serie de criterios inspiradores que configuran con diferentes acentos dicha
formación:
– Se trata, ante todo, de formar catequistas
para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico con sus
valores, sus desafíos y sus sombras. Para responder a él se
necesitan catequistas dotados de una fe profunda, (122) de una clara
identidad cristiana y eclesial (123) y de una honda sensibilidad
social. (124) Todo plan formativo ha de tener en cuenta estos aspectos.
– La formación tendrá
presente, también, el concepto de catequesis que hoy propugna la
Iglesia. Se trata de formar a los catequistas para que puedan impartir no
sólo una enseñanza sino una formación cristiana integral,
desarrollando tareas de « iniciación, de educación y de
enseñanza ». (125) Se necesitan catequistas que sean, a un
tiempo, maestros, educadores y testigos.
– El momento catequético que vive la
Iglesia invita, también, a preparar catequistas integradores, que sepan
superar « tendencias unilaterales divergentes » (126) y ofrecer una
catequesis plena y completa. Han de saber conjugar la dimensión
veritativa y significativa de la fe, la ortodoxia y la ortopraxis, el sentido
social y eclesial. La formación ha de ayudar a que los polos de estas
tensiones se fecunden mutuamente.
– La formación de los catequistas
laicos no puede ignorar el carácter propio del laico en la Iglesia y no
debe ser concebida como mera síntesis de la formación propia de
los sacerdotes o de los religiosos. Al contrario, se tendrá muy en cuenta
que « su formación recibe una característica especial por su
misma índole secular, propia del laicado, y por el carácter
propio de su espiritualidad ».
– Finalmente, la pedagogía utilizada
en esta formación tiene una importancia fundamental. Como criterio
general hay que decir que debe existir una coherencia entre la pedagogía
global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un
proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil
improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad
en los que no hubiera sido iniciado durante su formación.
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