La formación
bíblico-teológica del catequista
240.
Además de testigo, el catequista
debe ser maestro que enseña la fe. Una formación
bíblico-teológica adecuada le proporcionará un
conocimiento orgánico del mensaje cristiano, articulado en torno al
misterio central de la fe que es Jesucristo.
El contenido de esta formación
doctrinal viene pedido por los elementos inherentes a todo proceso
orgánico de catequesis:
– las tres grandes etapas de la Historia de
la salvación: Antiguo Testamento, vida de Jesucristo e historia de la
Iglesia;
– los grandes núcleos del mensaje
cristiano: Símbolo, liturgia, moral y oración.
En el nivel propio de una enseñanza
teológica, el contenido doctrinal de la formación de un
catequista es el mismo que el que la catequesis debe transmitir. Por otra
parte, la Sagrada Escritura deberá ser « como el alma de toda esta
formación ». (132) El Catecismo de la Iglesia Católica,
será referencia doctrinal fundamental de toda la formación,
juntamente con el Catecismo de la propia Iglesia particular o local.
241.
Esta formación
bíblico-teológica debe reunir algunas cualidades:
a) En primer lugar, es preciso que sea una formación de
carácter sintético, que corresponda al anuncio que se ha de
transmitir, y donde los diferentes elementos de la fe cristiana aparezcan,
trabados y unidos, en una visión orgánica que respete la «
jerarquía de verdades ».
b) Esta síntesis de fe ha de ser tal que ayude al catequista a
madurar en su propia fe, al tiempo que le capacite para dar razón de la
esperanza en un tiempo de misión: « Se revela hoy cada vez más
urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo por
el natural dinamismo de la profundización de su fe, sino también
por la exigencia de dar razón de la esperanza que hay en ellos, frente
al mundo y sus graves y complejos problemas ». (133)
c) Debe ser una formación teológica muy cercana a la
experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje
cristiano con la vida concreta de los hombres y mujeres, « ya sea para
inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio ». (134) De alguna
forma, y manteniéndose como enseñanza teológica, debe
adoptar un talante catequético.
d) Finalmente ha de ser tal que el catequista « pueda no sólo
transmitir con exactitud el mensaje evangélico, sino también
capacitar a los mismos catequizandos para recibir ese mensaje de manera activa
y poder discernir lo que, en su vida espiritual, es conforme a la fe ».
(135)
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