La escuela católica
259. La escuela
católica (181) es un lugar muy relevante para la
formación humana y cristiana. La declaración Gravissimum
Educationis del Concilio Vaticano II « marca un cambio decisivo en la
historia de la escuela católica: el paso de la
escuela-institución al de la escuela-comunidad ». (182)
La escuela católica busca, en no
menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la
formación humana de la juventud. Su nota distintiva es:
– « crear un ambiente de la comunidad
escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad,
– ayudar a los adolescentes para que, en el
desarrollo de la propia persona, crezcan a un tiempo según la nueva
criatura que han sido hechos por el bautismo,
– y ordenar últimamente toda la
cultura humana según el mensaje de la salvación ». (183)
El proyecto educativo de la escuela
católica tiene que elaborarse en base a esta concepción propuesta
por el Concilio Vaticano II.
Este proyecto educativo se realiza en la
comunidad educativa escolar, de la que forman parte todos los que están
directamente comprometidos en ella: « profesores, personal directivo,
administrativo y auxiliar; los padres, figura central en cuanto naturales e
insustituibles educadores de sus hijos; y los alumnos, copartícipes y
responsables como verdaderos protagonistas y sujetos activos del proceso
educativo ». (184)
260.
Cuando los alumnos de la escuela
católica pertenecen mayoritariamente a familias que se vinculan a esta
escuela en razón del carácter católico de la misma, el
ministerio de la Palabra puede ejercerse allí de múltiples
formas: primer anuncio, enseñanza religiosa escolar, catequesis,
homilía. Dos de estas formas tienen, sin embargo, en la escuela
católica, un particular relieve: la enseñanza religiosa escolar y
la catequesis, cuyo respectivo carácter propio ya ha quedado indicado.
(185)
Cuando los alumnos y sus familias acuden a
la escuela católica por la calidad educativa de la misma, o por otras
eventuales circunstancias, la actividad catequética queda necesariamente
limitada y la propia enseñanza religiosa —cuando es posible realizarla—
se ve obligada a acentuar su carácter cultural. La aportación de
este tipo de escuela subsiste siempre: como un « servicio de gran valor a los
hombres », (186) y como un elemento interno a la propia
evangelización de la Iglesia.
Dada la pluralidad de circunstancias
socioculturales y religiosas en que ejerce su labor la escuela católica
a través de las naciones, resultará oportuno que los Obispos y
las Conferencias Episcopales precisen la modalidad de actividad
catequética que corresponde realizar a la escuela católica en los
respectivos contextos.
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