Asociaciones,
movimientos y agrupaciones de fieles
261.
Las diversas « asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles »
(187) que se promueven en la Iglesia particular, tienen como finalidad
ayudar a los discípulos de Jesucristo a realizar su misión laical
en el mundo y en la misma Iglesia. En
estos ámbitos los cristianos se dedican « a la práctica de la
vida espiritual, al apostolado, a la caridad y a la asistencia, y a la
presencia cristiana en las realidades temporales ». (188)
En todas estas asociaciones y movimientos,
para cultivar con hondura estas dimensiones básicas de la vida
cristiana, se imparte, de un modo u otro, una necesaria formación: «
cada uno con sus propios métodos tiene la posibilidad de ofrecer una
formación profundamente injertada en la misma experiencia de vida
apostólica, como también la oportunidad de completar, concretar y
especificar la formación que sus miembros reciben de otras personas y
comunidades ». (189)
La catequesis es siempre una
dimensión fundamental en la formación de todo laico. Por eso,
estas asociaciones y movimientos tienen ordinariamente « unos tiempos
catequéticos ». (190) La catequesis, en efecto, no es una
alternativa a la formación cristiana que en ellos se imparte sino una
dimensión esencial de la misma.
262.
Cuando la catequesis se realiza dentro
de estas asociaciones y movimientos, deben ser tenidos en cuenta
fundamentalmente algunos aspectos. En particular:
a) Se debe respetar la « naturaleza propia » (191) de la
catequesis, tratando de desarrollar toda la riqueza de su concepto, mediante la
triple dimensión de palabra, memoria y testimonio (doctrina,
celebración y compromiso en la vida). (192) La catequesis, sea
cual sea el « lugar » donde se realice, es, ante todo, formación
orgánica y básica de la fe. Ha de incluir, por tanto, « un
verdadero estudio de la doctrina cristiana » (193) y constituir una
seria formación religiosa, « abierta a todas las esferas de la vida
cristiana ». (194)
b) Esto no es óbice para que la finalidad propia de cada una de
estas asociaciones y movimientos, a partir de propios carismas, pueda expresar,
con determinados acentos, una catequesis que deberá permanecer siempre
fiel a su carácter propio. La educación en la espiritualidad
particular de una asociación o movimiento, de una gran riqueza para la
Iglesia, siempre será más propia de un momento posterior al de la
formación básica cristiana, que inicia es común a todo
cristiano. Antes hay que educar en lo que es común a los miembros de la
Iglesia que en lo peculiar o diferenciador.
c) Igualmente hay que afirmar que los movimientos y las asociaciones, por
lo que se refiere a la catequesis, no son una alternativa ordinaria a la
parroquia, en la medida que ésta es comunidad educativa de referencia propiamente
tal. (195)
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