Los
derechos humanos
18.
La Iglesia, al analizar el campo del
mundo, es muy sensible a todo lo que afecta a la dignidad de la persona humana.
Ella sabe que de esa dignidad brotan los derechos humanos,(20) objeto
constante de la preocupación y del compromiso de los cristianos. Por eso
su mirada no se interesa sólo por los indicadores económicos y
sociales,(21) sino también por los culturales y religiosos. Lo
que ella busca es el desarrollo integral de las personas y de los pueblos.(22)
La Iglesia advierte con gozo que « una
beneficiosa corriente atraviesa y penetra ya todos los pueblos de la tierra,
cada vez más conscientes de la dignidad del hombre ».(23) Esta
conciencia se expresa en la viva solicitud por el respeto a los derechos humanos
y el más decidido rechazo a sus violaciones. El derecho a la vida, al
trabajo, a la educación, a la creación de una familia, a la
participación en la vida pública, a la libertad religiosa son,
hoy, especialmente reclamados.
19.
Sin embargo, en bastantes lugares, y en
aparente contradicción con la sensibilidad por la dignidad de la
persona, los derechos humanos son claramente violados.(24) Y así
se generan, en esos lugares, otras formas de pobreza, que no se sitúan
sólo en el plano material: se trata de una pobreza cultural y religiosa
que preocupa, igualmente, a la comunidad eclesial. La negación o
limitación de los derechos humanos, en efecto, empobrece a la persona y
a los pueblos igual o más que la privación de los bienes materiales.(25)
La obra evangelizadora de la Iglesia tiene,
en este vasto campo de los derechos humanos, una tarea irrenunciable:
manifestar la dignidad inviolable de toda persona humana. En cierto sentido es
« la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los
fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana
».(26) La catequesis ha de prepararles para esa tarea.
|