La vida interna de la comunidad
eclesial
27.
Es importante considerar también
la vida misma de la comunidad eclesial, su calidad interna. Una primera
consideración es descubrir cómo en la Iglesia se ha acogido y han
ido madurando los frutos del Concilio Vaticano II. Los grandes documentos
conciliares no han sido letra muerta: se constatan sus efectos. Las cuatro
constituciones —Sacrosanctum Concilium, Lumen Gentium, Dei Verbum y Gaudium
et Spes— han fecundado a la Iglesia. En efecto:
– La vida litúrgica es comprendida
más profundamente como fuente y culmen de la vida eclesial.
– El Pueblo de Dios ha adquirido una
conciencia más viva del « sacerdocio común »,(50)
originado en el Bautismo. Así mismo, se descubre más y más
la vocación universal a la santidad y un sentido más vivo del
servicio a la caridad.
– La comunidad eclesial ha adquirido un
sentido más vivo de la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura, por
ejemplo, es leída, gustada y meditada de una manera más intensa.
– La misión de la Iglesia en el mundo
se percibe de una manera nueva. Sobre la base de una renovación
interior, el Concilio ha abierto a los católicos a la exigencia de una
evangelización vinculada necesariamente con la promoción humana,
a la necesidad de diálogo con el mundo, con las culturas y religiones, y
a la urgente búsqueda de la unidad entre los cristianos.
28.
En medio de esta fecundidad se deben
reconocer también « defectos y dificultades en la recepción del
Concilio ».(51) A pesar de una doctrina eclesiológica tan amplia
y profunda, se ha debilitado el sentido de pertenencia eclesial; se constata,
con frecuencia, una « desafección hacia la Iglesia »;(52) se la
contempla, muchas veces, de forma unilateral, como mera institución,
privada de su misterio.
En algunas ocasiones, se han dado posiciones
parciales y contrapuestas en la interpretación y aplicación de la
renovación pedida a la Iglesia por el Concilio Vaticano II. Tales
ideologías y comportamientos han conducido a fragmentaciones y a
dañar el testimonio de comunión, indispensable para la
evangelización.
La acción evangelizadora de la
Iglesia, y en ella la catequesis, debe buscar más decididamente una
sólida cohesión eclesial. Para ello es urgente promover y ahondar
una auténtica eclesiología de comunión,(53) a fin
de generar en los cristianos una sólida espiritualidad eclesial.
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