Funciones y formas del ministerio de
la Palabra de Dios
51.
Las principales funciones del ministerio
de la Palabra son las siguientes:
– Convocatoria y llamada a la fe
Es la función que más inmediatamente
se desprende del mandato misionero de Jesús. Se realiza mediante el
«primer anuncio», dirigido a los no creyentes: aquellos que han hecho una
opción de increencia, los bautizados que viven al margen de la vida
cristiana, los que pertenecen a otras religiones...(133) El despertar
religioso de los niños, en las familias cristianas, es también
una forma eminente de esta función.
– La función de iniciación
Aquel que, movido por la gracia, decide
seguir a Jesucristo es « introducido en la vida de la fe, de la liturgia y de
la caridad del Pueblo de Dios ».(134) La Iglesia realiza esta
función, fundamentalmente, por medio de la catequesis, en íntima
relación con los sacramentos de la iniciación, tanto si van a ser
recibidos como si ya se han recibido. Formas importantes son: la catequesis de
adultos no bautizados, en el catecumenado; la catequesis de adultos bautizados
que desean volver a la fe, o de los que necesitan completar su
iniciación; la catequesis de niños y jóvenes, que tiene de
por sí un carácter iniciatorio. También la
educación cristiana familiar y la enseñanza religiosa escolar
ejercen una función de iniciación.
– La educación permanente de la fe
En diversas regiones es llamada
también « catequesis permanente ».(135) Se dirige a los
cristianos iniciados en los elementos básicos, que necesitan alimentar y
madurar constantemente su fe a lo largo de toda la vida. Es una función
que se realiza a través de formas muy variadas: « sistemáticas y
ocasionales, individuales y comunitarias, organizadas y espontáneas,
etc. ».(136)
– La función litúrgica
El ministerio de la Palabra tiene,
asímismo, una función litúrgica, ya que cuando se realiza
al interior de una acción sagrada es parte integrante de la misma.(137)
Este ministerio se expresa de modo eminente a través de la
homilía. Otras formas, son las intervenciones y exhortaciones durante
las celebraciones de la palabra. Hay que referirse también a la
preparación inmediata a los diversos sacramentos y a las celebraciones
sacramentales, sobre todo a la participación de los fieles en la
Eucaristía, que es la forma frontal de la educación de la fe.
– La función teológica
Trata de desarrollar la inteligencia de la
fe, situándose en la dinámica de la « fides quaerens intellectum
», es decir, de la fe que busca entender.(138) La teología, para
cumplir esta función, necesita confrontarse o dialogar con las formas
filosóficas del pensamiento, con los humanismos que configuran la
cultura y con las ciencias del hombre. Se canaliza a través de formas
que promueven « la enseñanza sistemática y la
investigación científica de las verdades de la fe ».(139)
52.
Formas importantes del ministerio de la
Palabra son: el primer anuncio o predicación misionera, la catequesis
pre y post bautismal, la forma litúrgica y la forma teológica.
Ocurre, a menudo, que tales formas —por circunstancias pastorales— deben asumir
más de una función. La catequesis, por ejemplo, junto a su
función de iniciación, debe asumir frecuentemente tareas
misioneras. La misma homilía, según las circunstancias,
convendrá que asuma las funciones de convocatoria y de iniciación
orgánica.
La conversión y la fe
53.
La evangelización, al anunciar al
mundo la Buena Nueva de la Revelación, invita a hombres y mujeres a la
conversión y a la fe.(140) La llamada de Jesús, «
convertíos y creed el Evangelio » (Mc 1,15), sigue resonando,
hoy, mediante la evangelización de la Iglesia.
La fe cristiana es, ante todo,
conversión a Jesucristo, (141) adhesión plena y sincera a
su persona y decisión de caminar en su seguimiento.(142) La fe
es un encuentro personal con Jesucristo, es hacerse discípulo suyo. Esto
exige el compromiso permanente de pensar como El, de juzgar como El y de vivir
como El lo hizo.(143) Así, el creyente se une a la comunidad de
los discípulos y hace suya la fe de la Iglesia.(144)
54.
Este « sí » a Jesucristo,
plenitud de la Revelación del Padre, encierra en sí una doble
dimensión: la entrega confiada a Dios y el asentimiento cordial a todo
lo que El nos ha revelado. Esto sólo es posible por la acción del
Espíritu Santo.(145)
« Por la fe,
– el hombre se entrega entera y libremente a
Dios
– y le ofrece el homenaje total de su
entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios ha revelado ».
(146)
« Creer entraña, pues, una doble
referencia: a la persona y a la verdad; a la verdad por confianza en la persona
que lo atestigua ».(147)
55.
La fe lleva consigo un cambio de vida,
una « metanoia », (148) es decir, una transformación profunda de
la mente y del corazón: hace así que el creyente viva esa « nueva
manera de ser, de vivir, de vivir juntos, que inaugura el Evangelio
».(149) Y este cambio de vida se manifiesta en todos los niveles de la
existencia del cristiano: en su vida interior de adoración y acogida de
la voluntad divina; en su participación activa en la misión de la
Iglesia; en su vida matrimonial y familiar; en el ejercicio de la vida
profesional; en el desempeño de las actividades económicas y
sociales.
La fe y la conversión brotan del corazón,
es decir, de lo más profundo de la persona humana, afectándola
por entero. Al encontrar a Jesucristo, y al adherirse a El, el ser humano ve
colmadas sus aspiraciones más hondas: encuentra lo que siempre
buscó y además de manera sobreabundante.(150) La fe
responde a esa « espera », (151) a menudo no consciente y siempre
limitada, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre mismo y sobre el
destino que le espera. Es como un agua pura (152) que reaviva el camino
del ser humano, peregrino en busca de su hogar.
La fe es un don de Dios. Sólo puede
nacer en el fondo del corazón humano como fruto de « la gracia que
previene y ayuda », (153) y como respuesta, enteramente libre, a la
moción del Espíritu Santo, que mueve el corazón y lo
convierte a Dios, « dándole la dulzura en el asentir y creer a la verdad
».(154)
La Virgen María vivió de la
manera más perfecta estas dimensiones de la fe. La Iglesia venera en
ella « la realización más pura de la fe ».(155)
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