El proceso de conversión
permanente
56.
La fe es un don destinado a crecer en el
corazón de los creyentes. (156) La adhesión a Jesucristo,
en efecto, da origen a un proceso de conversión permanente que dura toda
la vida. (157) Quien accede a la fe es como un niño recién
nacido (158) que, poco a poco, crecerá y se convertirá en
un ser adulto, que tiende al « estado de hombre perfecto », (159) a la
madurez de la plenitud de Cristo.
En el proceso de la fe y de la
conversión se pueden destacar, desde el punto de vista teológico,
varios momentos importantes:
a) El interés por el Evangelio.
El primer momento se produce cuando en el corazón del no creyente, del
indiferente o del que pertenece a otra religión, brota, como
consecuencia del primer anuncio, un interés por el Evangelio, sin ser todavía
una decisión firme. Ese primer movimiento del espíritu humano en
dirección a la fe, que ya es fruto de la gracia, recibe varios nombres:
« atracción a la fe », (160) « preparación
evangélica », (161) inclinación a creer, «
búsqueda religiosa ». (162) La Iglesia denomina « simpatizantes
» (163) a los que muestran esta inquietud.
b) La conversión. Este primer
interés por el Evangelio necesita un tiempo de búsqueda
(164) para poder llegar a ser una opción firme. La
decisión por la fe debe ser sopesada y madurada. Esa búsqueda,
impulsada por la acción del Espíritu Santo y el anuncio del
kerigma, prepara la conversión, que será —ciertamente— « inicial
», (165) pero que lleva consigo la adhesión a Jesucristo y la
voluntad de caminar en su seguimiento. Sobre esta « opción fundamental »
descansa toda la vida cristiana del discípulo del
Señor.(166)
c) La profesión de fe. La
entrega a Jesucristo genera en los creyentes el deseo de conocerle más
profundamente y de identificarse con El. La catequesis les inicia en el
conocimiento de la fe y en el aprendizaje de la vida cristiana, favoreciendo un
camino espiritual que provoca un « cambio progresivo de actitudes y costumbres
», (167) hecho de renuncias y de luchas, y también de gozos que
Dios concede sin medida. El discípulo de Jesucristo es ya apto,
entonces, para realizar una viva, explícita y operante profesión
de fe. (168)
d) El camino hacia la perfección.
Esa madurez básica, de la que brota la profesión de fe, no es el
punto final en el proceso permanente de la conversión. La
profesión de fe bautismal se sitúa en los cimientos de un
edificio espiritual destinado a crecer. El bautizado, impulsado siempre por el
Espíritu, alimentado por los sacramentos, la oración y el
ejercicio de la caridad, y ayudado por las múltiples formas de
educación permanente de la fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: «
Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto ».(169)
Es la llamada a la plenitud que se dirige a todo bautizado.
57.
El ministerio de la Palabra está
al servicio de este proceso de conversión plena. El primer anuncio tiene
el carácter de llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la
conversión, estructurando básicamente la vida cristiana; y la
educación permanente de la fe, en la que destaca la homilía, el
carácter de ser el alimento constante que todo organismo adulto necesita
para vivir. (170)
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