Excelencia:
1. Aunque siempre han
existido contactos entre católicos y seguidores de otras religiones, el
Concilio Vaticano II, y en particular la Declaración Nostra Aetate,
pueden ser considerados como un momento clave en estas relaciones. Allí
se ha renovado la mirada de la Iglesia hacia las otras religiones. En los
años siguientes, guiados por las enseñanzas del Magisterio
pontificio y por documentos tales como La actitud de la Iglesia frente a los
seguidores de otras religiones (1984) y Diálogo y anuncio
(1991), los católicos han ido realizando considerables esfuerzos para
encontrar a los seguidores de otras religiones. Han realizado varias
iniciativas que, con el tiempo, han ido aumentando y siendo cada vez más
difundidas. Los encuentros con personas de otras religiones se verifican en la
vida cotidiana, en la promoción conjunta de proyectos sociales, en el
intercambio de experiencias religiosas, y en intercambios formales donde
cristianos y otros creyentes discuten asuntos de fe o práctica.
Los
católicos y los otros cristianos comprometidos en tal diálogo
interreligioso se están convenciendo cada vez más de la necesidad
de una acertada espiritualidad cristiana que sostenga sus esfuerzos. El
cristiano que encuentra a otro creyente no está comprometido en una
actividad marginal de su fe. Al contrario, es algo que surge de la exigencia de
esa fe. Surge de la fe y debe ser nutrido por la fe.
En octubre de
1998, el Consejo pontificio para el diálogo interreligioso
asumió como tema de su Asamblea Plenaria «la espiritualidad del
diálogo». Al final de la Asamblea, los miembros pensaron que
sería muy útil compartir algunas reflexiones con nuestros
hermanos en el episcopado de todo el mundo. Me han pedido entonces que les
escribiese un informe sobre algunas de las consideraciones hechas al respecto
durante nuestra reunión, y que pidiese sus reacciones con miras a la
realización de un eventual documento de nuestro Consejo.
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