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Paulus PP. VI Ecclesiam Suam IntraText CT - Texto |
DESDE EL CONCILIO DE TRENTO HASTA LAS ENCÍCLICAS DE NUESTROS TIEMPOS
10.
Bien sabido es, además, cómo la Iglesia, en esto últimos tiempos, ha comenzado,
por obra de insignes investigadores, de almas grandes y reflexivas, de escuelas
teológicas calificadas, de movimientos pastorales y misioneros, de notables
experiencias religiosas, pero principalmente por obra de memorables enseñanzas
pontificias, a conocerse mejor a sí misma.
Muy largo sería aun tan sólo el mencionar toda la abundancia de la literatura
teológica que tiene por objeto a la Iglesia y que ha brotado de su seno en el
siglo pasado y en el nuestro; como también sería muy largo recordar los
documentos que el Episcopado católico y esta Sede Apostólica han publicado
sobre tema de tanta amplitud y de tanta importancia. Desde que el Concilio de
Trento trató de reparar las consecuencias de la crisis que arrancó de la
Iglesia, muchos de sus miembros en el siglo XVI, la doctrina sobre la Iglesia
misma tuvo grandes cultivadores y, en consecuencia, grandes desarrollos.
Bástenos aquí aludir a las enseñanzas del Concilio Ecuménico Vaticano I en esta
materia para comprender cómo el tema del estudio sobre la Iglesia obliga no
sólo a los Pastores y Maestros, sino también a los fieles mismos y a los
cristianos todos, a detenerse en él, como en una estación obligada en el camino
hacia Cristo y toda su obra; tanto que, como ya dijimos, el Concilio Ecuménico
Vaticano II no es sino una continuación y un complemento del primero,
precisamente por el empeño que tiene de volver a examinar y definir la doctrina
de la Iglesia. Y si no añadimos más, por amor de la brevedad, y por dirigirnos
a quien conoce muy bien esta materia de la catequesis y de la espiritualidad
tan difundidas hoy en la santa Iglesia, no podemos, sin embargo, dejar de
mencionar con particular recuerdo dos documentos: nos referimos a la Encíclica Satis
cognitum, del Papa León XIII15, y a la Mystici Corporis del
Papa Pío XII16, documentos que nos ofrecen amplia y luminosa doctrina
sobre la divina institución por medio de la que Cristo continúa en el mundo su
obra de salvación y sobre la cual versa ahora nuestra exposición. Baste recordar
las palabras con que se abre el segundo de tales documentos pontificios, que ha
llegado a ser, puede decirse, texto muy autorizado acerca de la teología sobre
la Iglesia y muy fecundo en espirituales meditaciones sobre esta obra de la
divina misericordia que a todos nos concierne. Y así, es muy a propósito
recordar ahora las magistrales palabras de nuestro gran Predecesor:
La doctrina sobre el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, recibida primeramente de labios del mismo Redentor por la que aparece en su propia luz el gran beneficio, nunca suficientemente alabado, de nuestra estrechísima unión con tan excelsa Cabeza, es, en verdad, de tal índole que, por su excelencia y dignidad, invita a su contemplación a todos y cada uno de los hombres movidos por el Espíritu divino, e ilustrando sus mentes los mueve en sumo grado a la ejecución de aquellas obras saludables que están en armonía con sus mandamientos17.