Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
Paulus PP. VI
Ecclesiam Suam

IntraText CT - Texto

Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

CULTO A MARÍA

23. Esta visión de humilde y profunda plenitud cristiana conduce nuestro pensamiento hacia María Santísima, como a quien perfecta y maravillosamente lo refleja en sí, más aún, lo ha vivido en la tierra y ahora en el cielo goza de su fulgor y beatitud. Florece felizmente en la Iglesia el culto a nuestra Señora y nos complacemos, en esta ocasión, en dirigir vuestros espíritus para admirar en la Virgen SantísimaMadre de Cristo y, por consiguiente, Madre de Dios y Madre nuestra— el modelo de la perfección cristiana, el espejo de las virtudes sinceras, la maravilla de la verdadera humanidad. Creemos que el culto a María es fuente de enseñanzas evangélicas: en nuestra peregrinación a Tierra Santa, de Ella que es la beatísima, la dulcísima, la humildísima, la inmaculada criatura, a quien cupo el privilegio de ofrecer al Verbo de Dios carne humana en su primigenia e inocente belleza, quisimos derivar la enseñanza de la autenticidad cristiana, y a Ella también ahora volvemos la mirada suplicante, como a amorosa maestra de vida, mientras razonamos con vosotros, Venerables Hermanos, de la regeneración espiritual y moral de la vida de la Iglesia.

24. Hay una tercera actitud que la Iglesia católica tiene que adoptar en esta hora histórica del mundo, y es la que se caracteriza por el estudio de los contactos que ha de tener con la humanidad. Si la Iglesia logra cada vez más clara conciencia de sí, y si ella trata de adaptarse a aquel mismo modelo que Cristo le propone, es necesario que la Iglesia se diferencie profundamente del ambiente humano en el cual vive y al cual se aproxima. El Evangelio nos hace advertir tal distinción, cuando nos habla del "mundo", es decir, de la humanidad adversa a la luz de la fe y al don de la gracia, de la humanidad que se exalta en un ingenuo optimismo creyendo que le bastan las propias fuerzas para lograr su expresión plena, estable y benéfica; o de la humanidad, que se deprime en un crudo pesimismo declarando fatales, incurables y acaso también deseables como manifestaciones de libertad y de autenticidad, los propios vicios, las propias debilidades, las propias enfermedades morales. El Evangelio, que conoce y denuncia, compadece y cura las miserias humanas con penetrante y a veces desgarradora sinceridad, no cede, sin embargo, ni a la ilusión de la bondad natural del hombre, como si se bastase a sí mismo y no necesitase ya ninguna otra cosa, sino ser dejado libre para abandonarse arbitrariamente, ni a la desesperada resignación de la corrupción incurable de la humana naturaleza. El Evangelio es luz, es novedad, es energía, es nuevo nacimiento, es salvación. Por esto engendra y distingue una forma de vida nueva, de la que el Nuevo Testamento nos da continua y admirable lección: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que procureis conocer cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta38, nos amonesta San Pablo.

Esta diferencia entre la vida cristiana y la vida profana se deriva también de la realidad y de la consiguiente conciencia de la justificación, producida en nosotros por nuestra comunicación con el misterio pascual, con el santo bautismo ante todo, que, como más arriba decíamos, es y debe ser considerado una verdadera regeneración. De nuevo nos lo recuerda San Pablo: ... cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados para participar en su muerte. Con El hemos sido sepultados por el bautismo, para participar en su muerte, para que como El resucitó de entre los muerto por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva39. Muy oportuno será que también el cristiano de hoy tenga siempre presente esta su original y admirable forma de vida, que lo sostenga en el gozo de su dignidad y lo inmunice del contagio de la humana miseria circundante o de la seducción del esplendor humano que igualmente le rodea.




38 Rom. 12, 2.



39 Ibid. 6, 3-4.






Anterior - Siguiente

Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (V89) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2007. Content in this page is licensed under a Creative Commons License