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Leo PP. XIII Arcanum Divinae Sapientiae IntraText CT - Texto |
Corrupción del matrimonio antiguo
5. Pero esta forma del
matrimonio, tan excelente y superior, comenzó poco a poco a corromperse y
desaparecer entre los pueblos gentiles; incluso entre los mismos hebreos
pareció nublarse y oscurecerse. Entre éstos, en efecto, había prevalecido la
costumbre de que fuera lícito al varón tener más de una mujer; y luego, cuando,
por la dureza de corazón de los mismos(3), Moisés les permitió
indulgentemente la facultad de repudio, se abrió la puerta a los divorcios. Por
lo que toca a la sociedad pagana, apenas cabe creerse cuánto degeneró y qué
cambios experimentó el matrimonio, expuesto como se hallaba al oleaje de los
errores y de las más torpes pasiones de cada pueblo.
Todas las naciones parecieron olvidar, más o menos, la noción y el verdadero
origen del matrimonio, dándose por doquiera leyes emanadas, desde luego, de la
autoridad pública, pero no las que la naturaleza dicta. Ritos solemnes,
instituidos al capricho de los legisladores, conferían a las mujeres el título
honesto de esposas o el torpe de concubinas; se llegó incluso a que determinara
la autoridad de los gobernantes a quiénes les estaba permitido contraer
matrimonio y a quiénes no, leyes que conculcaban gravemente la equidad y el
honor. La poligamia, la poliandria, el divorcio, fueron otras tantas causas,
además, de que se relajara enormemente el vínculo conyugal. Gran desorden hubo
también en lo que atañe a los mutuos derechos y deberes de los cónyuges, ya que
el marido adquiría el dominio de la mujer y muchas veces la despedía sin motivo
alguno justo; en cambio, a él, entregado a una sensualidad desenfrenada e
indomable, le estaba permitido discurrir impunemente entre lupanares y
esclavas, como si la culpa dependiera de la dignidad y no de la
voluntad(4). Imperando la licencia marital, nada era más miserable que
la esposa, relegada a un grado de abyección tal, que se la consideraba como un
mero instrumento para satisfacción del vicio o para engendrar hijos.
Impúdicamente se compraba y vendía a las que iban a casarse, cual si se tratara
de cosas materiales(5), concediéndose a veces al padre y al marido
incluso la potestad de castigar a la esposa con el último suplicio. La familia
nacida de tales matrimonios necesariamente tenía que contarse entre los bienes
del Estado o se hallaba bajo el dominio del padre, a quien las leyes
facultaban, además, para proponer y concertar a su arbitrio los matrimonios de
sus hijos y hasta para ejercer sobre los mismos la monstruosa potestad de vida
y muerte.