CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS
I.
Ritos iniciales
Tras la entrada en
procesión acompañada por el órgano, quien preside las Vísperas entona el
versículo inicial:
Dios
mío, ven en mi auxilio...
El presidente saluda a
los presentes con estas o similares palabras:
Bendito
sea Dios, rico en misericordia, que hizo grandes cosas en favor nuestro y de
toda la Iglesia.
Agradecemos en todas las cosas a Dios Padre por
medio de Jesucristo en quien nos dio todo.
El derramó sobre nosotros, sus hijos e hijas, las
riquezas de su gracia, nos hizo partícipes de su proyecto de amor, testigos de
su caridad hacia toda la humanidad, Epifanía del amor de Dios Trinidad que
quiere entrar en comunión con los hombres. « La vida consagrada refleja este esplendor del amor, porque confiesa,
con su fidelidad al misterio de la Cruz, creer y vivir del amor del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo » (VC, n. 24). Dios, liberándonos del poder de
las tinieblas, nos trasladó al reino del Hijo de su amor, reino de la luz.
Después
de haber escuchado en el Evangelio de este Domingo la narración de la vocación
de los discípulos (Mc 1,14-20), estamos aquí reunidos ahora al final de
este día del Señor para agradecer al Padre, por Jesucristo en el Espíritu Santo,
con el Canto de las Vísperas, por el don de la vocación y de la consagración.
Lo hacemos en comunión con toda la Iglesia que en esta hora glorifica al Padre
en Cristo Jesús, Luz del mundo.
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