II.
Salmodia
Se cantan los salmos y el
cántico del III Domingo del Salterio. Eventualmente, antes de la antífona de
cada salmo y del cántico se puede hacer una breve monición. Tras haber entonado
el salmo o el cántico con su antífona, todos se ponen de pie y el celebrante
proclama una oración sálmica.
Se proponen los ejemplos siguientes:
Monición:
Cristo
Resucitado, que está en el cielo a la derecha del Padre, es Sacerdote y Rey
para siempre. Él nos llamó en su Iglesia para seguir sus huellas y para
glorificar al Padre con nuestra vida.
Salmo
109, 1-5.7: El Mesías, Rey y
Sacerdote
Colecta
sálmica
Oremos:
Dios,
Padre misericordioso y santo,
mira a tu Iglesia reunida en la oración de la tarde,
tú que quisiste llamar al seguimiento de tu Hijo
una multitud de fieles, partícipes de su dignidad
sacerdotal profética y real,
derrama ahora sobre ellos el don de tu Espíritu
para que sigan siempre fieles a tu servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Monición:
La Iglesia, Pueblo de Dios, da siempre gracias al Señor
por sus dones, dones de belleza, de gracia y de santidad. También la vida
consagrada es un don de Dios a su Pueblo, con quien Él renueva siempre su
alianza de fidelidad y de amor con la variedad de los carismas.
Salmo 110: Grandes son las obras del Señor
Colecta
sálmica
Oremos:
O Dios, que eres la fuente de todo bien,
te damos gracias con todo nuestro corazón
en esta santa asamblea de oración y de alabanza;
Tú que hiciste grandes obras en la Iglesia,
a través de los múltiples carismas de la vida consagrada,
haz que correspondamos siempre a tus dones
con el corazón fiel y agradecido.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Monición:
La
Iglesia peregrina en la tierra se une a la Iglesia celeste cantando el cántico
nuevo del Aleluya. En el Espíritu Santo alaba al Padre por la obra de la
redención de Cristo, Cordero inocente, que invita a la Iglesia, su Esposa, a la
alabanza eterna de su Reino.
Cántico
Cfr. Ap 19, 1-7: Las bodas del Cordero
Colecta
después del Cántico
Oremos:
Concédenos,
o Padre, que hagamos de nuestra vida,
consagrada a la gloria de tu nombre y al servicio de los hermanos,
un continuo canto, como alabanza de tu gloria,
para que, agradecidos por el don de la vocación,
fieles a la alianza de la consagración,
podamos ofrecerte siempre nuestra vida
en un agradecimiento perenne.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
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