CELEBRACIÓN
PENITENCIAL
I.
Ritos iniciales
Mientras el Presidente
con los otros ministros se acercan al presbiterio, la asamblea entona un canto
penitencial apropiado.
Saludo litúrgico del
Presidente:
Gracia,
misericordia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo,
su Hijo nuestro Señor.
Amén.
El Presidente de la
celebración se dirige a la asamblea con estas palabras u otras similares:
Hermanos
y hermanas:
En
este día el Señor nos invita a vivir el encuentro sacramental con Él, teniendo
presente el misterio de la comunión a la que Él nos llama.
«
Con la constante promoción del amor fraterno en la forma de vida común —escribe
el Papa— la vida consagrada pone de manifiesto que la participación en la
comunión trinitaria puede transformar las relaciones humanas, creando un nuevo
tipo de solidaridad. Ella indica de este modo a los hombres tanto la belleza de
la comunión fraterna, como los caminos concretos que a ésta conducen. Las personas
consagradas, en efecto, viven “para” Dios y “de” Dios. Por eso precisamente
pueden proclamar el poder reconciliador de la gracia, que destruye las fuerzas
disgregadoras que se encuentran en el corazón humano y en las relaciones
sociales » (VC, n. 41).
En esta liturgia penitencial queremos pedir perdón
para nosotros y para todos, para que se refuerce el vínculo de la comunión con
Dios, entre nosotros y entre todos, a través del don del Espíritu Santo que se
nos dará como remisión de nuestros pecados en Jesucristo nuestro Hermano y
Redentor.
El
Padre manifestó su gran misericordia reconciliando al mundo en Cristo,
restableciendo la paz con su sangre preciosa, y Jesús no sólo exhortó a la penitencia
sino que acogió a los pecadores y los reconcilió con el Padre. « Por lo tanto,
acerquémonos a Dios, dispensador de la gracia; conseguiremos su misericordia y,
por su favor, recibiremos ayuda en el momento oportuno » (Heb 4,16).
Todos oran en silencio.
El celebrante dice una
de las oraciones del Ritual.
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