Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
La colaboración entre Institutos para la Formación

IntraText CT - Texto

  • I. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES Y DIRECTRICES PRÁCTICAS
    • Principios fundamentales
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

Principios fundamentales

6. Ante esta realidad rica y compleja, y atentos a las múltiples iniciativas existentes, este Dicasterio siente la responsabilidad de ofrecer algunas reflexiones y de dar oportunas directrices para la verificación, la consolidación y el desarrollo de esas experiencias y de otras semejantes.

Esas directrices se fundan en los principios que regulan la formación inicial y permanente a la vida religiosa, en la variedad de sus carismas y en su específica función en la comunión y misión de la Iglesia.13

a) La formación: derecho-deber inalienable de cada instituto

7. Antes de entrar en materia, parece necesario recordar que la formación es un derecho-deber inalienable de cada instituto.14 Este principio fundamental está en la base de todo el documento y merece que se le ponga en evidencia desde el principio, para encuadrar la colaboración entre los institutos en el conjunto del proceso formativo.

7.1. Cada instituto tiene una responsabilidad primaria respecto de la propia identidad. En efecto, el « carisma de los fundadores (...) —experiencia del Espíritu transmitida a los propios discípulos para ser por ellos vivida, custodiada, profundizada y constantemente desarrollada en sintonía con el Cuerpo de Cristo en perenne crecimiento » 15— se le confía a cada instituto como patrimonio original en beneficio de toda la Iglesia.16 Cultivar la propia identidad en la « fidelidad creativa » 17 significa, pues, hacer confluir, en la vida y en la misión del pueblo de Dios, dones y experiencias que la enriquecen 18 y, al mismo tiempo, evitar que los religiosos « se inserten en la vida de la Iglesia de un modo vago y ambiguo ».19

Por lo mismo se reconoce a cada instituto una justa autonomía de vida, especialmente de gobierno, mediante la cual tengan en la Iglesia una disciplina propia y puedan mantener íntegro y desarrollar su patrimonio espiritual y apostólico. Es tarea de los ordinarios de los lugares conservar y tutelar esa autonomía.20 La autonomía de vida y de gobierno implica la correspondiente autonomía en materia de formación, porque « la primera responsabilidad de la formación de los religiosos corresponde por derecho a cada instituto ».21

7.2. Es a través del proceso de formación como se realiza la identificación carismática, necesaria tanto a la madurez de los miembros para vivir y obrar en conformidad con el carisma fundacional, como a la identidad y a la unidad del instituto, así como también a la autenticidad de sus expresiones en las diversas culturas 22 y a la comunión-misión eclesial. « En efecto, teniendo en cuenta que la formación inicial y permanente, según el propio carisma, está en las manos del Instituto, la formación intercongregacional no puede suplir enteramente la tarea de la formación permanente de los propios miembros. Ésta debe estar impregnada, en muchos aspectos, de las características propias del carisma de cada instituto ».23

Por ello, el Código de Derecho Canónico, coherente con estos principios, cuando habla de la formación en sentido estricto, se refiere sólo a la formación del religioso dentro del propio instituto.24 Pero esto no cierra la posibilidad de colaboración, que es, por otra parte, reconocida y estimulada por Juan Pablo II en la Exhortación Postsinodal Vita Consecrata. Él pide que en el « horizonte de comunión, abierto a los desafíos de nuestro tiempo, los superiores y las superioras, “actuando en sintonía con el episcopado”, procuren aprovecharse del trabajo de los mejores colaboradores de cada Instituto ».25

7.3. Por su parte, la Iglesia tiene el deber de custodiar y promover la índole propia y la conciencia carismática de los institutos, haciendo de ello uno de los principios fundamentales de su renovación,26 porque el estado constituido por la profesión de los consejos evangélicos « es don precioso y necesario para el presente y el futuro del pueblo de Dios, porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad, a su misión ».27 Además, siendo el carisma de cada instituto un don original y singular que el Espíritu concede a la Iglesia, ésta se preocupa de asegurar las condiciones espirituales y los instrumentos jurídicos que garanticen su fecundidad, su desarrollo y la armonía en la comunión eclesial.28

b) Colaboración y solidaridad en la formación

8. Unido al principio precedente, se subraya justamente también el de la colaboración 29 y el de la solidaridad entre los diversos institutos, sobre todo entre aquellos que están presentes en una determinada área geográfico-cultural. En efecto, la vida religiosa ha adquirido una conciencia más profunda de la singularidad de cada carisma, de su función eclesial específica, así como de las características y tareas comunes a todos los institutos.

La formación tiene una profunda raíz común. Ella es, en efecto, acción de Dios Padre, que forma en los llamados la imagen del Hijo, a través de la acción santificadora del Espíritu, según un designio carismático particular.30

La colaboración encuentra su alma en la dimensión pneumático-mistérica de la Iglesia, de la que surge, por obra del Espíritu, la multiplicidad de los carismas y hacia cuya comunión y misión convergen la vida y el mandato misionero de los institutos. Ella se funda en la riqueza, la vitalidad y la belleza de la Iglesia,31 y es fecunda porque las diversas iniciativas carismáticas se completan y se iluminan entre sí; además, una desvela a la otra los propios dones a través de la confrontación y del compartir,32 en la fraternidad.

Una expresión concreta de colaboración y de solidaridad entre las familias religiosas es la iniciativa, ya difundida en varios contextos, de crear centros de formación entre institutos, sobre todo cuando cada instituto no tiene los medios suficientes para ofrecer a los propios miembros una formación integral.

De esta colaboración ha hablado el Santo Padre en la audiencia concedida a la U.I.S.G., diciendo: « Lo esencial es que exista, por parte de las familias religiosas, plena colaboración en la formación de los propios miembros a un amor vital, sincero y gozoso a Jesús, profundamente conocido, seguido y obedecido ».33

La experiencia recogida indica que esta colaboración, bien llevada, contribuye a un mayor aprecio del propio carisma y del carisma de los demás, manifiesta una concreta solidaridad entre comunidades más ricas y más pobres de miembros y de medios, ofrece un testimonio elocuente de la comunión a la que la Iglesia está llamada por vocación divina, y es de gran utilidad para que la formación adquiera el nivel y la amplitud que la misión de la vida religiosa exige en el contexto del mundo actual.

c) Centros de formación entre institutos

9. Para satisfacer convenientemente a la tarea propia de estos centros de formación entre institutos, es decir, a su finalidad de ser un « centro de estudio » al servicio de la formación, deberán tener presente que:

– La formación es un proceso integral cuyos elementos se compenetran mutuamente. En efecto, existe una profunda correlación entre la vida y la verdad; entre la teología y las ciencias humanas; entre la búsqueda de la verdad y las expectativas, las esperanzas y los valores de los jóvenes; entre el estudio y la coherencia en los compromisos personales; entre los signos de los tiempos y la adecuada respuesta pastoral.34

La preparación intelectual es una dimensión insustituible de la formación. La organización de las materias de estudio y la seriedad científica deberán contribuir a armonizar las actitudes propias de la vida consagrada. Por lo mismo, los centros ofrecerán un servicio de alta calidad para contribuir sabiamente al crecimiento integral de los alumnos.

El carácter intercongregacional de los centros exige una especial valoración de los aspectos que son comunes a todos. Al mismo tiempo la colaboración y la solidaridad piden el respeto y el aprecio de las diversidades. Si no fuera así, los centros contribuirían probablemente a una nivelación que los empobrecería y haría correr el riesgo de una uniformidad espiritual y pastoral, inadecuada a la complejidad del mundo a evangelizar, y también nociva a la identidad específica de cada instituto. En este caso los centros perderían su identidad como servicio a la vida religiosa.




13 Cf. PC 1; RPH 22; ChL 18-21.32.



14 Cf. cc. 646-653 y 659-661.



15 Cf. MR 11.



16 Cf. MR 14b; cf. c. 574 § 1; VC 4-5.29.33-34.



17 VC 37.



18 Cf. PC 1; c. 577; VC 19.47-48.



19 MR 11.



20 Cf. c. 586 § 2; VC 48.



21 PI 98; cf. cc. 587 § 1. 646. 659.



22 Cf. PI 46. 90-91; cf. c. 577.



23 Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Nor-Este 2 de la « Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil » (C.N.B.B.), 11.7.1995, L'Osservatore Romano, 12 de julio de 1995, p. 5.



24 Cf. cc. 646-653 para la formación de los novicios; cc. 659-660 para la formación de los profesos temporales; c. 661 para la formación permanente.



25 VC 53.



26 PC 2; cc. 576.578.



27 VC 3; cf. VC 29.



28 Cf. LG 44; MR 11; cc. 576-578.587 § 1; VC 25. 35.92-95.



29 Cf. VC 52.



30 Cf. VC 66.93; Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Actas del Congreso, Roma, 10-15 de mayo de 1997, nn. 15-19.



31 Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIa-IIae, q. 184, a. 4.



32 Cf. VC 52.



33 Juan Pablo II, Alocución a las Superioras Generales (U.I.S.G.), Roma, 18 de mayo de 1995, Insegnamenti XVIII1 (1995) p. 1323.



34 Cf. VC 73.






Anterior - Siguiente

Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (V89) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2007. Content in this page is licensed under a Creative Commons License