La formación permanente
18. « La formación
permanente, tanto para los Institutos de vida apostólica como para los de vida
contemplativa, es una exigencia intrínseca a la consagración religiosa
».71 Ella promueve la actualización teológica y pastoral, la calidad de
vida de cada miembro y de toda la comunidad con solícita atención a los
momentos de particular compromiso o a aquellos en los que se requiere una
experiencia más intensa de vida interior.72 En relación con estos
dinamismos de formación, « hay una juventud del espíritu que permanece en el
tiempo y que tiene que ver con el hecho de que el individuo busca y encuentra
en cada ciclo vital un cometido diverso que realizar, un modo específico de
ser, de servir y de amar. (...) Puesto que el sujeto de la formación es la
persona en cada fase de la vida, el término de la formación es la totalidad del
ser humano, llamado a buscar y amar a Dios “con todo el corazón, con toda el
alma y con todas las fuerzas” (Dt 6, 5) y al prójimo como a sí mismo. El
amor a Dios y a los hermanos es un dinamismo vigoroso que puede inspirar
constantemente el camino de crecimiento y de fidelidad ».73 Cada
instituto está llamado a proveer a la formación permanente de un modo orgánico
y en consonancia con la propia índole. Puede convertirse así en modelo de vida
consagrada, de fraternidad y de compromiso apostólico para las nuevas
generaciones en formación, y atraer, con la propia vitalidad y fecundidad,
nuevas vocaciones.74
La Instrucción Potissimum Institutioni
y la Exhortación Vita Consecrata han dedicado amplio espacio a la
formación continua,75 describiendo su naturaleza, precisando sus
objetivos y sus contenidos, pidiendo a los superiores, según el código, que
proporcionen a los hermanos « los medios y el tiempo » 76 necesarios
para llevarla a cabo y designen un responsable de la formación permanente.
La colaboración entre institutos puede ser
valiosa para organizar servicios permanentes y temporales, que den nuevo
impulso a la vida espiritual, a la actualización teológico-pastoral y a una
renovada cualificación para desarrollar con profesionalidad la misión
encomendada. Dará un puesto de relieve a la profundización de las líneas
generales y de las prioridades pastorales de la Iglesia para realizar mejor la
misión evangelizadora en el mundo actual. Es de desear que a este fin las
familias religiosas pongan a disposición el personal mejor preparado.
Las
Conferencias de los superiores y de las superioras mayores, y los responsables
de los centros de estudio pongan, entre sus objetivos y programas, iniciativas
adecuadas para la formación continua de los religiosos y de las religiosas. Es
también de desear una colaboración y una complementariedad cada vez más eficaz
entre ellos.
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