IV. COLABORACIÓN ENTRE INSTITUTOS PARA LA FORMACIÓN
DE LOS FORMADORES Y DE LAS FORMADORAS
El servicio de la formación
23. El servicio de la
formación, auténtico « ministerio eclesial » (Pablo VI), es un arte: « el arte
de las artes ». 104 Para los formadores y las formadoras comporta el
esfuerzo constante de conocer la realidad juvenil, junto con la capacidad
pedagógica y espiritual de acompañar y guiar a los jóvenes y a las jóvenes. Su
servicio es una mediación cualificada por una precisa referencia trinitaria: «
La formación es una participación en la acción del Padre que, mediante el
Espíritu, infunde en el corazón de los jóvenes y de las jóvenes los
sentimientos del Hijo ». Para ejercer esa « mediación participativa », « los
formadores y las formadoras deben ser, por tanto, personas expertas en los
caminos que llevan a Dios, para poder ser así capaces de acompañar a otros en
ese recorrido. (...) A las luces de la sabiduría espiritual añadirán también
aquellas que ofrecen los instrumentos humanos que pueden servir de ayuda, tanto
en el discernimiento vocacional, como en la formación del hombre nuevo, para
que sea auténticamente libre (...) ». 105 Este cometido exige, pues,
una seria y sólida preparación de los futuros formadores, y una entrega
generosa y total por su parte en el empeño de ser imitadores de Cristo en el
servicio a los hermanos. 106 « No obstante las necesidades apostólicas y
la situación de urgencia en la que las Familias religiosas actúan, sigue siendo
prioritario un atento cuidado en la elección y en la preparación de los
formadores y de las formadoras. Se trata de uno de los ministerios más
difíciles y delicados... Los jóvenes y las jóvenes necesitan sobre todo
maestros que sean para ellos hombres de Dios, conocedores respetuosos del
corazón humano y de los caminos del Espíritu, capaces de responder a sus
exigencias de mayor interioridad, de experiencia de Dios, de fraternidad, y
capaces de iniciarlos en la misión. Formadores que sepan educar al
discernimiento, a la docilidad y a la obediencia, a la lectura de los signos de
los tiempos y de las necesidades de la gente, y a responder a ello con
solicitud y audacia en plena comunión eclesial ». 107
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