1. El trabajo humano
90 años después de la «Rerum novarum»
Habiéndose
cumplido, el 15 de mayo del año en curso, noventa
años desde la publicación —por obra de León XIII, el gran Pontífice de la
«cuestión social»— de aquella Encíclica de decisiva importancia, que comienza
con las palabras Rerum Novarum, deseo
dedicar este documento precisamente al trabajo
humano, y más aún deseo dedicarlo al hombre
en el vasto contexto de esa realidad que es el trabajo. En efecto, si como
he dicho en la Encíclica Redemptor
Hominis, publicada al principio de mi servicio en la sede romana de San
Pedro, el hombre «es el camino primero y fundamental de la Iglesia»,4 y
ello precisamente a causa del insondable misterio de la Redención en Cristo,
entonces hay que volver sin cesar a este camino y proseguirlo siempre
nuevamente en sus varios aspectos en los que se revela toda la riqueza y a la
vez toda la fatiga de la existencia humana sobre la tierra.
El trabajo
es uno de estos aspectos, perenne y fundamental, siempre actual y que exige
constantemente una renovada atención y un decidido testimonio. Porque surgen
siempre nuevos interrogantes y problemas,
nacen siempre nuevas esperanzas, pero nacen también temores y amenazas
relacionadas con esta dimensión fundamental de la existencia humana, de la que
la vida del hombre está hecha cada día, de la que deriva la propia dignidad
específica y en la que a la vez está contenida la medida incesante de la fatiga
humana, del sufrimiento y también del daño y de la injusticia que invaden
profundamente la vida social dentro de cada Nación y a escala internacional. Si
bien es verdad que el hombre se nutre con el pan del trabajo de sus
manos,5 es decir, no sólo de ese pan de cada día que mantiene vivo su
cuerpo, sino también del pan de la ciencia y del progreso, de la civilización y
de la cultura, entonces es también verdad perenne que él se nutre de ese pan con el sudor de su frente;6 o
sea no sólo con el esfuerzo y la fatiga personales, sino también en medio de
tantas tensiones, conflictos y crisis que, en relación con la realidad del
trabajo, trastocan la vida de cada sociedad y aun de toda la humanidad.
Celebramos
el 90° aniversario de la Encíclica Rerum
Novarum en vísperas de nuevos adelantos en las condiciones tecnológicas,
económicas y políticas que, según muchos expertos, influirán en el mundo del
trabajo y de la producción no menos de cuanto lo hizo la revolución industrial
del siglo pasado. Son múltiples los factores de alcance general: la
introducción generalizada de la automatización en muchos campos de la
producción, el aumento del coste de la energía y de las materias básicas; la
creciente toma de conciencia de la limitación del patrimonio natural y de su
insoportable contaminación; la aparición en la escena política de pueblos que,
tras siglos de sumisión, reclaman su legítimo puesto entre las naciones y en
las decisiones internacionales. Estas condiciones y exigencias nuevas harán
necesaria una reorganización y revisión de las estructuras de la economía
actual, así como de la distribución del trabajo. Tales cambios podrán quizás
significar por desgracia, para millones de trabajadores especializados, desempleo,
al menos temporal, o necesidad de nueva especialización; conllevarán muy
probablemente una disminución o crecimiento menos rápido del bienestar material
para los Países más desarrollados; pero podrán también proporcionar respiro y
esperanza a millones de seres que viven hoy en condiciones de vergonzosa e
indigna miseria.
No
corresponde a la Iglesia analizar científicamente las posibles consecuencias de
tales cambios en la convivencia humana. Pero la Iglesia considera deber suyo
recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo,
denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos, y contribuir a
orientar estos cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y
de la sociedad.
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